miércoles, 18 de septiembre de 2013

SANTY:




SANTY.

                
Por Félix Justiniano Ferráez.

Para Lourdes en esta difícil hora.


Nos conocimos hace como 15 años, en la privada de la prolongación héroes donde vivía, al inicio le decía don Carlos, porque conocía a Carlitos su único hijo varón y pensé que el debería  llamarse así.
Se sonreía pero no me corregía y hablábamos de lo que siempre hablamos, la familia, deportes, la política,  la amistad y de la magnífica persona que nos parecía a ambos Jean Baptiste su compadre del alma y su vecino quien fue el responsable de que nos conociéramos.
Le gustaba la música de banda, la tambora, era fan a morir de Julio César Chávez, le iba a las Chivas, le gustaba la liga mexicana de béisbol del pacífico, la cerveza del mismo nombre y el wisky Buchanans 18 años, también era devoto de San Judas Tadeo, llevaba colgada en el pecho una estatuilla de oro macizo de su santo preferido, pero sobre todo, no le gustaban los martes. ¿Lo presentía? No lo se, pero no deja de ser paradójico que nos dejara el día de su cumpleaños y en martes.
Santiago Aguirre Luna transitó exactamente 47 años entre nosotros, como pocos, como nadie, cultivó la amistad y el cariño de quienes tuvimos la grata fortuna de tratarlo.
Caballeroso, humilde, solidario, desinteresado, generoso, desprendido, predicó con el ejemplo como debemos de ser los hombres, sin excepción todos le teníamos un afecto especial, para todos era el preferido por su nobleza y don de gente.
En el café, Sam, como le llamaban era tema de comentarios elogiosos cuando se iba a Sinaloa a visitar a sus padres, se le extrañaba durante el mes que tardaba en regresar, en realidad se le extrañaba aunque faltara un día, que lo diga Andrés el bolero, con quien apostaba boleadas en el clásico Chivas-América, el mendigo discapacitado que lo esperaba diariamente sentado en el arriate, para recibir solo de él, la generosa propina que todos los días le daba.
Pepe (el malo) con quien conversaba a las tres de la tarde, porque era el único que lo acompañaba a esa hora, Pepe (el bueno) a quien le ayudaba a bajar de la camioneta las compras del mercado.
Carlos Abuxapqui y yo terminábamos llamándole de larga distancia para reclamarle que regresara porque “todo mundo anda hablando mal de ti” regresa y defiéndete compadre le exigíamos.
Vio adelantarse a varios compañeros del dominó y del café, Don Víctor Villanueva, Adib Baroudi, Félix Hadad y se llenó de nostalgia con su ausencia, hoy reunido con ellos en el lugar a donde llegan los hombres buenos, debe estar poniéndolos al tanto de lo que  hacemos y completando la mesa de parejas. Empezó entre nosotros y  con ellos terminó celebrando su cumpleaños, me imagino la alegría de Don Víctor,  el abrazo que le dio al recibirlo y con toda seguridad con su sonrisa pícara le ofreció un marlboro, porque ahí ese maldito cigarro ya no puede hacerles daño y los infartos que nos arrebataran a los dos, no existen.
Adib debe brincar del gusto y platicador como era, lo abrumará con preguntas y le estará apremiando para que le diga como dejó a su ahijado (Adib Baroudi PérezMilicua) Félix se pondrá de pie y le cederá caballeroso su silla, así deben de estar, así me los imagino.
Don Ramón Rodríguez, Don Monchito como cariñosamente le llamaba ahí estaba presente en el velorio, con sus 84 años a cuestas y la tristeza reflejada en el rostro, casi lloraba su partida y me platicaba las cenas que había celebrado con él en su casa, que barbaridad Félix, como pudo irse tan joven y tan buena persona que era, me decía, ahí estaban también las caras largas de: Ranier Avilés, Marcial Delgado, Carlos Abuxapqui, Jorge Rodríguez, Roberto Galván, José Mézquita, Marcos Bejar, Alfredo Barquet, Cocho Medina, Ramón Quivén, Abraham Martínez, el ingenioso Colinas,  los dos Pepes, etc. no faltaba nadie, todos puntuales y entristecidos por la precipitada partida de Sam, todos tenían algo personal que decir de él y como siempre, era algo bueno, algo agradable, que retrataba a cabalidad la estatura moral de mi querido Compadre.
En el plano familiar, en lo íntimo de los afectos filiales, Santiago no era diferente, si acaso mejor, le  gustaba celebrar las fechas importantes, rodeado de su familia y sus amigos de siempre, ahí estaba sin falta  Andrés Millán, Silverio, Jean Baptiste, Julio, Edson y yo, con toda la tropa, su casa parecía la de la familia Burrón, llena de gente por todos lados, los niños en la alberca, otros en la tele gigante jugando esos juegos que sólo ellos entienden, otros más en la cochera y los grandes en la calle platicando y haciendo planes para ir al “Bulecas” mientras las Señoras y nosotros contemplábamos y disfrutábamos de esos momentos que Santy nos regalaba periódicamente a todos.
Lo mismo llevaba un trío, que un tecladista, pero no faltaba la música viva, porque ahí cantaba Beyra su hija, Carlitos, mi hijo Beto, Edson, Mankañá, Julio, yo y hasta su yerno El Güero Ovando se echaba sus palomazos, todos felices y a gusto viendo crecer a nuestros hijos juntos y en armonía, haciendo honor a lo que dice la placa a la entrada de su casa. “Mi casa está abierta al sol y a los amigos”  porque así era también su corazón, generoso y desprendido.
El tío Santy, era la forma de llamarlo de todos los hijos de sus amigos, consentidor y cariñoso, se sabía el nombre de pila de todos y para todos tenía una sonrisa y un gesto de amor, para las comadres: respeto, afecto y atenciones, para sus compadres simplemente abría su corazón, el mismo que nos lo quitó y cruelmente lo abandonó en plenitud de la vida y con tantos sueños por delante.
Recuerdo una ocasión siendo Director de Seguridad Pública de Cancún, me tocó viajar a Chetumal a recoger armamento y concluido los trámites me fui a verlo a su casa con tres de mis escoltas que además eran mis amigos, estaba de fiesta y me recibió con el gusto de siempre, al poco rato uno de mis policías René Vázquez ya estaba cantando acompañado del organista que amenizaba la reunión; los cautivó con su trato y sus atenciones, todo el camino de regreso se la pasaron hablando maravillas de él, lo primero que hicieron fue comprarle un uniforme de gala azul navy y le mandaron a grabar su nombre en la camisola, Comandante Santiago Aguirre se leía, le prepararon la gorra de jefe de sector, le mandaron a encuadrar los escudos y las insignias de la corporación, así le agradecían las atenciones que les había prodigado y me comisionaron para que fuera yo quien  se lo entregara.
Conmovido días después las recibía y para que no se notase la emoción que sentía, sonriendo me dijo, “dígale a los muchachos que cual crucero me toca”.
Nos despedimos infinidad de veces y hacíamos planes para las próximas fechas, “Con el favor de Dios” era la frase con que cerraba la despedida, nos vemos mañanita compadre, te llamo llegando a Cancún, nos vemos en el café, llegando de México te busco, Cuando llegues a Mochis háblame cabrón, y así por el estilo.
Fue Raulito Guerra otro hombre de bien y amigo suyo quien me dio la fatal noticia a las cinco y media de la mañana en la puerta de mi casa de Cancún, con lágrimas en los ojos me dijo Félix le dio un infarto a Santy, no chingues cabrón ¿y a que hospital lo llevaron? ¿Como está? Y me dijo, ya no está, se nos fue.
No dije nada lo abracé y lloramos como niños la pérdida irreparable de nuestro querido amigo. Me preguntó si habían  vuelos a Chetumal, le dije que no, que nos tendríamos que ir por tierra, hago unas llamadas, me visto y nos vamos en mi coche, le ofrecí, no puedo tengo que dejar arreglado mis cosas y hasta las diez pasar a buscar a mi hermana a Puerto Morelos, me respondió, De acuerdo te veo al mediodía en Chetumal, con el favor de Dios, me dijo y esa frase me atravesó el corazón.   

Chetumal, Julio del 2006.
@watane1 

   

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