Apuntes sobre el “Grupo de Río”.
Para:
Arantxa y Jossely dos generaciones de relevo. Por:
Félix Justiniano Ferráez
Se celebró en el Caribe Mexicano la vigésima tercera
reunión de la cumbre del “Grupo de Río”,
un grupo que se formó como una consecuencia de los trabajos de un reducido
número de países reunido en la isla panameña de Contadora, originalmente constituido
allá por 1983 con 4 países latinoamericanos: México, Colombia, Venezuela, y
Panamá, cuyo fin fundamental era y es -–entre otros-- analizar el convulsivo
entorno geopolítico de la América Central—El Salvador, Nicaragua y Guatemala--
con conflictos bélicos de extrema gravedad que amenazaban con descomponer todo
el entorno de Latinoamérica.
Hoy día un poco más de 26 países latinoamericanos
conforman el potencialmente poderoso grupo.
México de reconocida solvencia moral en el plano
internacional, es quien más veces ha sido elegido como sede anfitriona con
cuatro ocasiones. 1987, 1999, 2009 y 2010, en Acapulco, Veracruz, Zacatecas y
la Riviera Maya respectivamente.
Algunos países hermanos han tenido la oportunidad de ser dos veces anfitriones, como Chile en 1993 y
2001. Colombia en 1991 y 2000.
Brasil 1994 y 2004.
Perú en 1989 y 2003, de ahí en
adelante diversos países han sido sede por única ocasión en diferentes fechas hasta los tiempos
actuales.
En estas reuniones están representados casi 600 millones
de ciudadanos latinoamericanos y caribeños que se manifiestan fundamentalmente
en 4 idiomas oficiales, Español, Inglés, Portugués y Francés, sin menos cabo de
las lenguas amerindias milenarias que
perdieron penetración con la conquista europea, (Quechua, Aimara,
Guaraní, Mapuche, Maya, Náhuatl entre otras) Estos 600 millones de ciudadanos
latinos y caribeños equivalen dos veces
a la población entera estadunidense y casi 18 veces la población de Canadá, en un territorio
que empieza en el estado mexicano de Baja California y se extiende por todo el
Caribe y el Continente hasta la Patagonia argentina y el Cabo de Hornos, es
decir, más de 19 millones de kilómetros cuadrados de tierra latinoamericana,
donde podría caber dos veces el continente europeo, 145 veces Inglaterra, 38
veces España, 206 veces Portugal y 28 veces Francia, los países que nos
conquistaron hace 500 años y que todos ellos juntos cabrían 13 veces y media en
estas tierras que expoliaron inmisericordemente.
Dentro de sus litorales se reconocen desde el 12 de
febrero de 1832 la soberanía ecuatoriana sobre las islas Galápagos distantes a
972 kilómetros de ese país que es la cintura del planeta; como se le reconoce
sin parpadear, la soberanía española a
las islas Baleares distantes a 92 kilómetros y las Islas Canarias ubicadas a 1250 kilómetros
de las costas ibéricas; pero las Islas Malvinas a tan sólo 480 kilómetros de la
costas de la patagonia argentina, son injustamente reclamadas por un país
hegemónico y distante a más de 10 mil millas náuticas; sin olvidarnos que en
Guantánamo Cuba, se aposenta un base militar estadounidense.
Además hoy día siguen pendientes de recuperar para el
hermano pueblo de Haití sacudido por la madre naturaleza, pero fundamentalmente
socorrido por los pueblos de Latinoamérica, 5 millones de euros en Berna y
otros 5 millones en el principado de Liechtenstein, presuntamente
pertenecientes a Jean Claude Duvalier, porque no fueron suficientes los 100
millones de dólares que depredó a su salida
de esa isla caribeña y para las autoridades Suizas no han sido suficientes
los saldos del devastador terremoto: doscientos mil muertos, mas de un millón de damnificados, ni el cuarto
de millón de niños “restavec” explotados injustamente, para darle celeridad a
esos recursos económicos, cuyos legítimos dueños son los haitianos y no los
descendientes de esa sangrienta dictadura.
Son estos sólo tres ejemplos evidentes de las dos pesas y dos medidas
que aún utilizan las grandes potencias para zanjar sus diferencias y aplicar
sus criterios decimonónicos.
Pero las desgracias no sólo nos han venido de fuera,
muchos de estos países sufrieron golpes de estado, asonadas y criminales tratos
de la “manu militari”, ahí están ignominiosamente inscritos en la posteridad,
ahí continuarán retratados en libros magistrales su pasado déspota, abusivo,
sangriento y de extraordinaria sevicia, como en “La Fiesta del Chivo” de Mario
Vargas Llosa, “Yo el supremo” de Augusto Roa Bastos, “La Historia de Miguel
Littin” un clandestino en Chile, escrito por el incomparable Gabo, “Me llamo Rigoberta Menchú
y así me nació la conciencia” de la premio Nobel guatemalteca. “La Prisión
Fecunda” de Fidel Castro, “Temporada de Zopilotes” de Paco Ignacio Taibo; y la
lista sería larga para enumerar eso tristes y fatídicos tiempos que a pesar de
todo, no pudieron menoscabar la titánica labor de prohombres de la talla de
Antonio José de Sucre, Simón Bolívar, José Martí, François Dominique
Touissaint-Louverture, Miguel Hidalgo y Costilla, José María Morelos y Pavón,
entre muchos otros próceres de la América nuestra.
Por ello, para cada abuso, para cada crimen, está la
indomable valentía y la decencia impoluta de Rigoberta Menchú, de Augusto
Monterroso, de José Donoso, Jorge Amado, Frei Betto, Mario Benedetti, Pablo
Neruda, Miguel Ángel Asturias, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Juan Carlos Onetti,
Guillermo Cabrera Infante, Eliseo Alberto, Plinio Apuleyo, Jorge Luis Borges, Tomás
Eloy Martínez, Álvaro Mutis, Alejo Carpentier y tantas mentes preclaras que
sería larguísimo de enumerar.
Este territorio entrañable y generoso le ha dado al mundo
13 premios nobel; tres de ellos orgullosamente mexicanos, cuatro argentinos,
dos guatemaltecos, dos chilenos, un colombiano y un costarricense.
Por ese extenso y mágico territorio se señorean los sones
de un mariachi mexicano, el retumbar de los tambores afrocolombianos con sus
sensuales cumbias, las quenas peruanas, bolivianas y chilenas, la voluptuosa samba brasilera, los danzones y
rumbas cubanas, las arpas paraguayas, el bandoneón argentino, en una clara mezcla de un folklore rico, único
e insuperable; como insuperables son las bellezas del Cañón del Sumidero, las
Cataratas de Iguazú, las Ruinas de Machu-Pichu, Teotihuacán, Chichen Itzá,
Petén, Monte Albán, la imponente y alba belleza de los Andes, el descomunal
“Amazonas” el “Mato Grosso” el Irazú el Popocatepetl, el Ixtacihuatl, el
Chimborazo, y otra larga lista de lugares extraordinarios y míticos.
Referirse al Grupo de Río nos hace de manera inevitable
pensar en todas estas cosas y poner la mente en metas superiores y en
verdaderos alcances de armonía, cooperación y concordia recíproca, no olvidemos
que hasta nos han escamoteado el nombre de América como si fuera propiedad
exclusiva de los primos del norte y que
explícitamente la doctrina Monroe delimita inicua y ventajosamente.
Hoy más que nunca es de capital importancia la unidad
latinoamericana y caribeña, a un lado deben quedar diferencias estériles y fraticidas,
para poder combatir el flagelo del narco, las guerrillas y milicias
sobrevivientes, el replanteamiento de la deuda externa conjunta, erradicar los
anhelos mesiánicos y la perversa obstinación de perpetuarse en el poder y
democratizar los sistemas políticos,
para no repetir los errores del pasado.
Son incuantificables las riquezas metalúrgicas,
petroleras, agropecuarias, pesqueras, tecnológicas, financieras, culinarias,
turísticas, culturales y musicales, para no ser aprovechadas en una causa
común, como lo consiguió la unión europea que hoy día tiene una moneda única.
Si nuestros líderes son capaces de ver con nobleza y
humildad el futuro común latinoamericano, podremos decir que aquí se ha gestado
como la doctrina Monroe, la doctrina del Grupo de Río. “Latinoamérica para los
latinoamericanos.”
Caribe Mexicano/febrero del 2010.
@watane1
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