Comandante Cobre.-
1ª de dos
partes.
Por:
Félix Justiniano Ferráez.
Nos
conocimos por cuestiones de intercambio de información, él tenía mis
antecedentes y yo los de él, el encuentro fue como suele ocurrir en estos casos:
privado y con las precauciones de rigor, sus escoltas apostados
estratégicamente y los míos haciendo lo propio. Él uniformado y armado y yo de
civil.
Hablamos
un par de horas y le corroboré la información que tenía y le aporté alguna otra
que sabía le era de utilidad.
Como
buen militar Manuel es cauto y directo, franco, sin ambages, sostiene la mirada
cuando escucha como escudriñando el interior de su interlocutor, es más
generoso al escuchar que al hablar, nada deja al azar, en su libreta anota todo
lo que le interesa y considera importante, es su “disco duro” personal, está
ávido de contar con información confiable, ubicar con precisión quirúrgica
información sensible que le de una fotografía instantánea de la magnitud del
problema que afrontará, su preocupación es legítima porque el problema es
mayúsculo y los riesgos no tienen margen de maniobra, es la vida la que se
apuesta y se pierde con una inusual frecuencia en estas lides, su formación
militar que implica disciplina, valor, análisis y discreción le reitera que esa
es una de las llaves del éxito en ese peligroso desempeño, ya sabe de las
consecuencias de enfrentar con decisión a los grupos criminales, ahí están las
amenazas de muerte y las emboscadas arteras que son cosas con las que vivió cada
día de su vida en el norte del país , en Coahuila, la endeudada Coahuila de
Moreira; de ahí la lejanía física con su
familia, para no exponerlos, para presentar la menor vulnerabilidad posible,
para poder moverse con libertad y sigilo, su vida se la confía a sus escoltas a
nadie más, porque él hace lo propio con el personal a su cargo, se la juega por
ellos y apuesta fuerte, son unos paladines, mosqueteros contemporáneos, band of
brothers parafraseando a Steven Spielberg en ese espléndido documental de la
2da guerra mundial.
Manuel
sabe que por las noches y en las primeras horas del amanecer es cuando cobra
vida ese mundo sórdido con personajes deleznables, desalmados, ubicuos,
perversos, malandros les llama él. Manuel
ya tiene en mente reiterar su estrategia anti crimen que tantos logros les dejó
en Coahuila.
Terminamos
la reunión, intercambiamos números
telefónicos y claves y acordamos vernos a la brevedad, coincidimos en conceptos
y valores, el encuentro fue el inicio de una sólida amistad, que fuimos
reiterando en comidas, cenas, algún desayuno y posteriormente en su domicilio
personal en Chetumal, cuando disciplinado como es, no rechistó al tener que
dejar el cargo de subsecretario de seguridad pública de la zona norte, por un
hecho protagonizado por el chofer de su vehículo blindado y estoico se dedicaba
a esperar sin cobrar su salario y a tratar de recuperar sus propios recursos
con los cuales apoyaba a su personal, en tanto el proceso burocrático los
destrababa.
Desde
mucho antes supe del valor, la calidad moral y de la integridad del Teniente Coronel Jesús Manuel Cicero Salazar porque soy amigo
de su familia desde hace años y a través de sus preocupaciones y temores me
enteraba lo mismo de sus logros y reconocimientos, como de las constantes
amenazas de muerte que mantenían en un hilo a sus seres queridos, las heridas
de las agresiones sufridas, sus duelos personales por la pérdida de sus
colaboradores y ese mundo de angustia persistentes que se derivan al declararle
la guerra frontal a la delincuencia organizada.
Pero
Manuel libraba otra guerra paralela, diariamente debía inyectarse insulina por
la diabetes que padece hace años, estaba por operarse de cataratas en ambos
ojos y hacía cosa de un par de meses se le internó de urgencia para operarlo de
apendicitis, nadie supo de esa intervención hasta que ya estaba convaleciente y
en perfecto resguardo, el hombre a pesar de la edad y su estado de salud estaba
invariablemente al pendiente de todo y al frente del grupo, no cejaba en su
empeño de limpiar su quintana roo de esta plaga contemporánea, se que rechazó
otras propuestas de trabajo y mejor remuneradas por el amor a la tierra que lo
vio nacer.
No
hay atisbos de que Manuel tenga dinero, su ropa es casi siempre el uniforme de
comandante, la de civil es modesta, como su vehículo, como su reloj, como su
casa, como todo lo que tiene que ver con él, usado pero funcionando, pintado o
limpio según se trate.
La
honrada medianía exigida por Juárez se respira en sus modales y en su familia,
lo agradable de visitarlo es escuchar como disfruta contar esas historias que
prácticamente lo hicieron leyenda por el norte, la parte brava de este México
nuestro.
Tocamos
el tema inevitable, lo que no deseamos que ocurra pero que está ahí, latente, inconmensurable,
incierto, contingente, impredecible…No Félix, no me pueden agarrar vivo, no lo
permitiría, esos cabrones no me van abrazar, se ensañarían yo se como acaban
esas cosas, son muchos los golpes que les he colocado y muchas las pérdidas
ocasionadas.
Manuel
sabe que está cerca del retiro, de poder disfrutar a la familia de quien ha
estado alejado por años, no por amor, por el deber al servicio del ejército y
del país, como debe ser, como tiene que ser en un hombre de bien, como buen
militar.
Una
llamada repentina cambia los planes de Manuel, disciplinado acata la
instrucción, sabe que hay algo fuera de contexto y escribe una carta de puño y
letra a sus familiares emitiendo sus propia opinión de lo que presiente, copia
de la misma me la hacen llegar, y como siempre Manuel sale a enfrentar su destino.
Caribe
Mexicano/febrero del 2012
@watane1
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