jueves, 19 de septiembre de 2013

Comandante Cobre. 1a de dos partes.



Comandante Cobre.-

1ª de dos partes.

Por: Félix Justiniano Ferráez.

Nos conocimos por cuestiones de intercambio de información, él tenía mis antecedentes y yo los de él, el encuentro fue como suele ocurrir en estos casos: privado y con las precauciones de rigor, sus escoltas apostados estratégicamente y los míos haciendo lo propio. Él uniformado y armado y yo de civil.
Hablamos un par de horas y le corroboré la información que tenía y le aporté alguna otra que sabía le era de utilidad.
Como buen militar Manuel es cauto y directo, franco, sin ambages, sostiene la mirada cuando escucha como escudriñando el interior de su interlocutor, es más generoso al escuchar que al hablar, nada deja al azar, en su libreta anota todo lo que le interesa y considera importante, es su “disco duro” personal, está ávido de contar con información confiable, ubicar con precisión quirúrgica información sensible que le de una fotografía instantánea de la magnitud del problema que afrontará, su preocupación es legítima porque el problema es mayúsculo y los riesgos no tienen margen de maniobra, es la vida la que se apuesta y se pierde con una inusual frecuencia en estas lides, su formación militar que implica disciplina, valor, análisis y discreción le reitera que esa es una de las llaves del éxito en ese peligroso desempeño, ya sabe de las consecuencias de enfrentar con decisión a los grupos criminales, ahí están las amenazas de muerte y las emboscadas arteras que son cosas con las que vivió cada día de su vida en el norte del país , en Coahuila, la endeudada Coahuila de Moreira;  de ahí la lejanía física con su familia, para no exponerlos, para presentar la menor vulnerabilidad posible, para poder moverse con libertad y sigilo, su vida se la confía a sus escoltas a nadie más, porque él hace lo propio con el personal a su cargo, se la juega por ellos y apuesta fuerte, son unos paladines, mosqueteros contemporáneos, band of brothers parafraseando a Steven Spielberg en ese espléndido documental de la 2da guerra mundial.    
Manuel sabe que por las noches y en las primeras horas del amanecer es cuando cobra vida ese mundo sórdido con personajes deleznables, desalmados, ubicuos, perversos, malandros les llama él.  Manuel ya tiene en mente reiterar su estrategia anti crimen que tantos logros les dejó en Coahuila.
Terminamos la reunión,  intercambiamos números telefónicos y claves y acordamos vernos a la brevedad, coincidimos en conceptos y valores, el encuentro fue el inicio de una sólida amistad, que fuimos reiterando en comidas, cenas, algún desayuno y posteriormente en su domicilio personal en Chetumal, cuando disciplinado como es, no rechistó al tener que dejar el cargo de subsecretario de seguridad pública de la zona norte, por un hecho protagonizado por el chofer de su vehículo blindado y estoico se dedicaba a esperar sin cobrar su salario y a tratar de recuperar sus propios recursos con los cuales apoyaba a su personal, en tanto el proceso burocrático los destrababa.
Desde mucho antes supe del valor, la calidad moral y de la integridad del Teniente Coronel Jesús Manuel Cicero Salazar porque soy amigo de su familia desde hace años y a través de sus preocupaciones y temores me enteraba lo mismo de sus logros y reconocimientos, como de las constantes amenazas de muerte que mantenían en un hilo a sus seres queridos, las heridas de las agresiones sufridas, sus duelos personales por la pérdida de sus colaboradores y ese mundo de angustia persistentes que se derivan al declararle la guerra frontal a la delincuencia organizada.
Pero Manuel libraba otra guerra paralela, diariamente debía inyectarse insulina por la diabetes que padece hace años, estaba por operarse de cataratas en ambos ojos y hacía cosa de un par de meses se le internó de urgencia para operarlo de apendicitis, nadie supo de esa intervención hasta que ya estaba convaleciente y en perfecto resguardo, el hombre a pesar de la edad y su estado de salud estaba invariablemente al pendiente de todo y al frente del grupo, no cejaba en su empeño de limpiar su quintana roo de esta plaga contemporánea, se que rechazó otras propuestas de trabajo y mejor remuneradas por el amor a la tierra que lo vio nacer.
No hay atisbos de que Manuel tenga dinero, su ropa es casi siempre el uniforme de comandante, la de civil es modesta, como su vehículo, como su reloj, como su casa, como todo lo que tiene que ver con él, usado pero funcionando, pintado o limpio según se trate.
La honrada medianía exigida por Juárez se respira en sus modales y en su familia, lo agradable de visitarlo es escuchar como disfruta contar esas historias que prácticamente lo hicieron leyenda por el norte, la parte brava de este México nuestro.
Tocamos el tema inevitable, lo que no deseamos que ocurra pero que está ahí, latente, inconmensurable, incierto, contingente, impredecible…No Félix, no me pueden agarrar vivo, no lo permitiría, esos cabrones no me van abrazar, se ensañarían yo se como acaban esas cosas, son muchos los golpes que les he colocado y muchas las pérdidas ocasionadas.
Manuel sabe que está cerca del retiro, de poder disfrutar a la familia de quien ha estado alejado por años, no por amor, por el deber al servicio del ejército y del país, como debe ser, como tiene que ser en un hombre de bien, como buen militar.
Una llamada repentina cambia los planes de Manuel, disciplinado acata la instrucción, sabe que hay algo fuera de contexto y escribe una carta de puño y letra a sus familiares emitiendo sus propia opinión de lo que presiente, copia de la misma me la hacen llegar, y como siempre Manuel sale a enfrentar  su destino.

Caribe Mexicano/febrero del 2012
@watane1

   


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