El Profeta de la Aurora.
Para: Elyde, Erika, Bruno y Siyankan.
Por: Félix
Justiniano Ferráez
El título no es mío, es una frase de Ernesto Guevara
de la Serna dedicado a Fidel Castro, cuando haciendo suya la causa del
sempiterno líder de la mayor de las Antillas, lo arengaba… a liberar el verde caimán que tanto amas con su poema “Canto a Fidel”.
Bella la frase, digna la causa y trágicas las
consecuencias finales que ya todos conocemos.
Hace 23 años un 8 de febrero otra tragedia enlutaba
y sacudía hasta sus cimientos a Quintana Roo y particularmente a Chetumal; en
el tramo carretero entre Puerto Morelos y Cancún, Erick Paolo Martínez perdía la vida al
estallar una llanta de la camioneta Ford Econoline donde viajaba acompañando en
una gira de trabajo, al gobernador de estado de aquella época; Pedro Joaquín
Coldwell. Contaba con 32 años de vida.
Veintitrés años de ausencia
que llevo acuestas conmigo
es larga la espera amigo
viviendo si tu existencia.
fue muy corta tu presencia,
treinta y dos años con vida.
por eso en tu despedida,
lloré hasta cansarme y luego
entendí que así es el juego,
que no hay contrapartida.
Erick Paolo –como mejor se le conocía- se
desempeñaba por aquellas fechas como Secretario de Desarrollo Económico del
Estado y durante los 13 meses que fue su titular, dejó establecida de manera
contundente su capacidad innovadora y un
talento sin discusión para realizar con acierto sus responsabilidades como
servidor público.
Venía precedido de una envidiable fama de: brillante
y laborioso desde su querido IMSS, donde había trabajado cerca de 8 años, los últimos
5 como delegado estatal en Quintana Roo y uno más en Yucatán.
Ahí en esa Institución se habría gestado esa
profunda vocación de servicio que lo distinguió toda su vida; supo de las
verdaderas necesidades y carencias de su amado Estado y se dedicó en cuerpo y
alma a servirlo y a imbuir a quienes tuvimos la fortuna de colaborar con él, a
sentir como propia la causa que lo animaba: pasión y servicio para lograr un
Quintana Roo mejor para todos.
Nos conocimos en 1981 cuando desde Yucatán me habían
designado Supervisor de Auditoría Interna del IMSS para Quintana Roo, por ello
tuve la necesidad desde el primer día de mi llegada de entrevistarme con él y
conocer su interés por la naturaleza de mi trabajo y de la trascendencia que
podría tener para el IMSS de Chetumal los resultados de las auditorias que se
realizaban de manera integral a todo el
país, con trato respetuoso pero firme, me dejó ver que ambos perseguíamos el
mismo fin desde diferentes puestos, con diferentes sistemas de trabajo y que
tendría que coordinarme exclusivamente con él antes de remitir mis informes al
Director General, que en aquel entonces era Arsenio Farell Cubillas, “el primer
responsable del IMSS en el Estado, soy yo, no usted Contador” estableció para
finalizar la entrevista.
Al inicio
nuestro trato fue estrictamente institucional, pero su legítima preocupación
por mejorar los servicios médicos y administrativos de esa espléndida
Institución que es el IMSS, nos llevó a larguísimas jornadas de trabajo con su
“Cuerpo de Gobierno” que era como llamaba a la primera línea de sus
colaboradores, llamen al pinche Félix, solía decir para incorporarme a las
opiniones y decisiones que se tomaban tras sesudos análisis, ahí además del
propio Erick, establecí lazos laborales y de profunda amistad con: Julio Matos
Ayora, Jorge Pérez Pérez , Jorge Polanco Zapata, Jean Manel N’tab, Marcela
Aguilar Hernández, Eva Greisa Rodríguez Mejía, Daniel Barradas, Pedro Pacheco
Herrera, Jesús Ortega Rocha, Antonio Mantilla Martínez, Alfredo Sánchez Islas,
José María Adame, César Ferryero Medina, entre otros muchos más, que supieron del humor corrosivo e inteligente
con que se conducía y de la exigencia
hacia la perfección que esperaba de todos sin excepción.
Fueron 5 años de apasionada entrega e incansable
labor que le brindó al IMSS de Quintana Roo y durante aquellos años me pidió
ser Jefe Delegacional de Auditoría y Sub-Delegado para la zona norte, de manera
sucesiva, lo que evidentemente repercutió de manera favorable en nuestra
amistad.
Son incontables las anécdotas que a 23 años de
distancia recuerdo con perfecta claridad: una tarde reunidos todos sus
colaboradores y amigos para celebrar el nacimiento de Bruno Paolo su segundo
hijo pero su primer varón, no le cabía
en el pecho su orgullo y su felicidad por ese muchachón que Ana Luisa su esposa
le había regalado, repartía puros y abrazos, palmadas y carcajadas, reía,
brindaba, hacía bromas y comentaba los planes que ya tenía para su sucesor, y
todos compartíamos esa contagiosa felicidad que le embargaba, por mi parte yo
también lo disfrutaba y me había olvidado que la noche anterior había hecho un
poema para celebrar a mi manera el nacimiento de Bruno y se lo había dejado en
la clínica para que lo leyera a solas cuando se le pasara la algarabía que
parecía no tener fin.
En algún momento de la celebración me llamó aparte del grupo y me dijo verdaderamente emocionado
y con esa mirada que nos permitía ver el interior de su alma, pinche Félix leí
tu poema cabrón y eres el primer hombre que me ha hecho llorar, bueno el
segundo, el primero fue mi hijo Bruno ayer que nació, me dijo con la voz
entrecortada, nos abrazamos y sentí sus lágrimas sobre mi espalda.
En otra ocasión en una reunión médica de trabajo
estaba indignado por un presunto caso de polio en el estado, alterado solicitaba
información y explicaciones a los responsables del área médica y muy a su
estilo echaba unas cuantas “madres” al respecto, un médico yucateco lo
interrumpió a la mitad de la filípica y le espetó: un momento señor Delegado
sin “madres” por favor, Erick lo atravesó con la mirada y con un tono metálico
de voz le reviró: sin “madres” pero también sin polio doctor.
Erick llevó siempre al límite sus obligaciones y
responsabilidades y supo separar los afectos de los compromisos laborales,
recuerdo cuando uno de sus mejores amigos cometió una falta, no quiso escuchar
la argumentación de su arrepentimiento y lo atajó diciéndole: prepárate un
oficio de extrañamiento y déjalo sobre mi escritorio para que te lo firme, de
su contenido voy a saber cuan arrepentido estás.
Bohemio, lector voraz, analítico, sagaz, decidido,
comprometido, competente, leal, solidario, son conceptos que hoy sigo asociando
con mi entrañable amigo, recuerdo cada uno de sus consejos que me dio para
mejorar los aspectos profesionales y privados de mi vida, con precisión
quirúrgica determinaba la falla, explicaba sus razones, sus repercusiones y me
decía como superarla, tenía perfectamente catalogada la personalidad de todos
sus amigos y humano al fin, sentía una marcada debilidad por Jorge, Enrique y
Alfredo, sabía de sus defectos y virtudes, minimizaba aquellos y exaltaba
estas.
Era un amigo desprendido para todos sin excepción,
el líder natural del grupo laboral que un día fuimos, se ganó el respeto, la
admiración y el afecto de sus compañeros de gabinete durante los 13 meses que
fue Secretario de Estado, incorporó con ojo clínico a un par de brillantes
jóvenes quintanarroenses de esa época a su equipo, Juan Pedro Mercader y
Enrique Sosa que de inmediato se mimetizaron con el grupo de siempre de los que
veníamos del IMSS, además de Francisco Hernández, Ignacio Cano, Mario Pérez,
Carlos Sosa Huerta y algunos más fueron sumados a sus esfuerzos por cambiar
para bien los destinos del Estado.
Siempre se las arreglaba para sacar lo mejor de cada
uno, le decíamos: El Fuhrer, El Gallego, Paolo y la “oveja blanca” de la
familia Martínez, apodo que particularmente disfrutaba.
Cuando cumplió 32 años, al término de la jornada
laboral nos reunimos en la sala del COPLADE en la Secretaría de Desarrollo
Económico y partimos un pastel con él, las secretarias
le recordaron que debía pedir un deseo a lo que accedió con gusto y aún
recuerdo sus palabras: Dicen que no se deben decir los deseos porque si no, no
se cumplen, pero yo si se los voy a decir, yo deseo que todos estemos aquí
juntos muchos años más para que trabajemos muy duro para Quintana Roo.
15 días después nos quedábamos todos azorados y
devastados ante la noticia de su repentino deceso en ese trágico accidente e
inevitablemente me acordé de su deseo de cumpleaños.
El profeta de la aurora se había marchado y ya no
estaría más físicamente entre nosotros.
Paolo… tu sonrisa aún perdura
como la brisa sobre el Mar Caribe
como un tañido tu recuerdo vive
desde el bronce de campana oscura.
Solidaria tristeza me inaugura
un abrazo fraternal que circunscribe
mi afecto y mi verso que describe
un instante feliz con tu figura.
De mar, de tristeza y campanada
me llenan tus recuerdos camarada.
Brindemos nuevamente sin premura,
otro siglo te
da la bienvenida
olvidemos el olvido y tu partida
que la parca ya ha cobrado su factura.
Félix Justiniano Ferráez
Cancún, Q.Roo a 8 de Febrero del 2008
@watane1
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