El zumbido y el
moscardón.-
Ética
Periodística y conflictos de intereses.-
Por: Félix Justiniano Ferráez.-
Para:
Pedro Pacheco Herrera periodista
incorruptible.-
Con
un desparpajo que raya en el cinismo especulativo y la farsa, hoy somos
espectadores de una nueva clase de periodismo protagónico, corrupto, servil,
convenenciero y ramplón, un nuevo espécimen que pretende convertirse en el
paladín de las causas ciudadanas señalando con índice flamígero, las
desventuras de la sociedad denunciadas a través del cristal de la simulación y
de la hipocresía, de esa camada de usufructuarios de una de las mejores y más
nobles profesiones de la humanidad; el periodismo.
Abusivos,
voraces, oportunistas y cínicos, se olvidan que cuando el ciudadano pierde la
fe en las instituciones, democráticas o no, o en sus gobernantes y con los tiempos
convulsionados, el único refugio sensato que busca es hallar la VERDAD, y con ella las
respuestas responsables a los problemas complejos que atravesamos.
Algunos
escritores y periodistas aseguran que la verdad absoluta no existe como tal,
pero lo que si debe existir es la ética periodística en busca de la verdad
irreductible, de la misma manera que el médico construye su ética alrededor de
la vida, el abogado lo hace en torno de la justicia, el periodista la sustenta
en su búsqueda insaciable de la verdad y todo lo demás subordinada a ella.
Estas
son mis conclusiones al prólogo que le dedicara Tomás Eloy Martínez al libro de
Javier Darío Restrepo “Ética para periodistas”
O
como decía de manera menos compleja William Faulkner, el novelista debe ser
amoral y no debe vacilar ante nada para concluir su obra y como acicate a su
imaginación, pero en el caso del periodista, la ética es exactamente a la
inversa, ni el mejor de los fines puede o debe justificar la amoralidad de los
medios que se empleen para realizar su quehacer periodístico.
Gabriel
García Márquez lo resume con la claridad y contundencia que se le conoce desde
siempre, “La ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar
siempre al periodismo, como el zumbido al moscardón”.
Nadie
medianamente instruido puede considerar al periodismo como un oficio simple y
exento de riesgos, nuestro país que cuenta en los últimos seis años con un
cruento saldo de muertes inconcebibles por innecesarias, se ha regado con la
sangre de muchos periodistas honorables que dejaron sus vidas en aras de esa
búsqueda insaciable de la verdad y de darla a conocer por responsabilidad
social, por independencia mental, por vergüenza profesional, por amor a su
oficio y por ética periodística.
Lamentablemente
los moscardones de hoy andan sin zumbido, desprovistos de esa alarma natural
que los identifica como seres de excepción, ciudadanos de la inteligencia,
jueces de la conciencia, personajes de escritura intachable, pero manteniendo
la figura obesa de esos insectos, hinchados de los recursos mal habidos como
producto del chantaje o del servilismo, según convenga, hinchados por los siete pecados capitales en
su mediocre desempeño como informadores, saltimbanquis de los erarios, lo que
adulan hoy, lo expectoran mañana, indefensos ante sus propias corruptelas
cambian de bando sin pudor, sin memoria, sin vergüenza, y se amelcochan al
miasma que ayer denunciaban, refrendan su hipocresía con nuevos amos y
privilegian la deslealtad como modo se subsistencia.
Se
llaman “periodistas” sin más mérito que un micrófono enfrente para escupir sus
mezquinos intereses o por contar con un medio impreso donde se amenaza y se
exhiben inmoralidades como reflejos de las propias, donde la carencia de
elementos, de educación, cultura y de verdades irrefutables, no son más que el
catalogo de frustraciones exhibidas a conveniencia; periodistas en busca del
dinero fácil, de la comodidad económica, del confort superfluo e intoxicante,
el que amodorra los impulsos y oxida las capacidades, el que aletarga la
iniciativa y deja en coma profundo la disciplina y la independencia.
No
ejercen la profesión que ennoblece y dignifica su calidad de informantes, son
mercenarios de la comunicación, manipuladores de circunstancias que buscan la
comodidad del erario, el halago como
método y el dinero como objetivo.
La
tecnología y la red de redes, le brinda la oportunidad única de escribir desde
sus oficinas sin investigar con rigor
ético la información que publican, la misma tecnología les permite fotomontajes
que vulneran los principios fundamentales
de los valores morales, se escriben espejismos informativos, se hace
pirotecnia “periodística”, fuegos artificiales que confunden con su efímero
paso y su destello aturdidor; y en el epítome de la desfachatez se dividen en
bandos y se hacen acusaciones recíprocas, al servicio de sus respectivos amos.
Desnudan
sus defectos y debilidades, exhiben sus limitaciones e ignorancia, del mismo
modo que exhiben sus faltas ortográficas y de sintaxis, para el veneno del de
enfrente, tienen el propio como antídoto.
Ya
no se busca el éxito periodístico a través del brillo y la luz de la verdad, de
la íntima satisfacción del deber cumplido, del compromiso colectivo de informar
sin más límite que la objetividad y la moral, de mantener una sana y respetuosa distancia
del poder político y del poder económico; ahora se esfuerzan en poder ser parte
de ellos, sin dejar de ser lo que ya no deben ser, por ser justamente
incompatibles ambos menesteres.
Pero
ahí están y se identifican entre ellos mismos; ellas y ellos saben cuál son sus
iguales mimetizados en la mediocridad y en la epidemia de los elogios
recíprocos, y cuales sus antagónicos,
gruñen y se enseñan las garras, pero no dan el siguiente paso, mañana podrían
pertenecer al bando que hoy censuran y deben mantener la puerta abierta
como posibilidad latente.
No
tengo ninguna duda que muchos oficiantes
de este tipo de periodismo reconocerán a sus adversarios en mis
palabras, pero serán incapaces de tomar la parte que les corresponde de estas
líneas.
Rara
avis aquellos que aún mantienen la dignidad de la profesión como uniforme
cotidiano, que se empecinan en “ese delirio sin apelación que es el oficio de
escribir” como afirma un premio nobel. De la misma manera que afirma que cada día es
más difícil ejercer esa profesión, porque cada nota debe quedar mejor escrita y
sustentada que la del día anterior, una especie de Quijotes en busca de sus
utopías, pragmáticos pero equilibrados y objetivos esta clase de periodista
pone ante nuestros ojos la fotografía redactada de manera precisa y concisa, de
los hechos investigados con rigor analítico y con la única ambición de la
primicia.
La
nota, el reportaje, el editorial, la entrevista, etc. todos esos géneros que
abrazan desde sus contenidos la razón de ser del periodismo y por lo mismo el
infinito e insustituible placer de la escritura, por la majestad y contundencia de la palabra
escrita, sin ambages, sin adjetivos innecesarios, con la preeminencia de ser
parte subyacente del idioma español y su belleza.
La
palabra escrita como herramienta de comunicación y subsistencia entre el género
humano, para trascender a los tiempos y dejar constancia de la huella del
hombre en su paso hacia la posteridad.
Finalizo
con una de las anécdotas preferidas narradas por Carlos Fuentes, que deja en
claro la calidad de la investidura de quien ha practicado el periodismo del más
alto nivel, de la mejor calidad y objetividad posibles pero realizado con la
mayor humildad y modestia; en la cena de gala ofrecido por el presidente
francés Françoise Mitterrand en su toma de protesta, colocaron en la misma mesa
y en lugares contiguos a Margaret Thatcher primera ministra británica y a
Gabriel García Márquez entre otros invitados, en algún momento de la cena la
premier británica con el tono glacial y la flema característica de los hijos
del imperio, se dirigió al Gabo para tirarle su calculado dardo, ¿disculpe y
usted a que se dedica? A lo que el hijo
pródigo de Aracataca le respondió sin preámbulos…yo a escribir ¿y usted?
Caribe
Mexicano /abril/2013
Twitter
@watane1
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