domingo, 18 de junio de 2017

Un 17 de Junio en el"10 de Abril"



Un 17 de Junio en el “10 de Abril”.

Por: Félix Justiniano Ferráez

Para: Pedro Pescador, Efrén Minguer y Tony Jiménez


Estás pendejo, nunca en mi vida los vi jugar, es más ni siquiera los conozco, y si son como tú…menos.
Era mi respuesta a la petición de un individuo que me solicitaba hiciera una reseña de la reciente reunión que tuvieron un grupo de ex deportistas chetumaleños que le dedicaron su juventud y mejores esfuerzos al futbol de la bella Chetumal mi tierra adoptiva, el pasado sábado 17 de junio.
Dale gordo no seas culero, insistía el fulano de marras, y yo en mis 13 afirmándole que no hablo y menos escribo de lo que no se, ni me consta.
Hazlo por tus amigos dale coño, volvió a insistir; mira Chino mis amigos no son los tuyos y aparte los míos no están tan jodidos como los tuyos, no hagas esas comparaciones porque sales perdiendo no seas bruto.
Ahora resulta que Pesca no es tu amigo, que no conoces al Churro, al profe Ariel Cruz y tampoco sabes quién es mi hermano Ambrosio, dale buey.
A ver si te entiendo Jiménez; me pides una reseña de un evento al que no asistí, de gente que no he tratado y que ahora se reduce a que le eche de flores a tus maridos de siempre y yo haciéndole de Celestina, a toda madre.
Coño pues haz de cuenta que son tus propios maridos de Cd del Carmen con los que jugabas hace 100 años y ya le vas dando forma, dale culero.
Ok así la cosa cambia, voy hablar de hombres recios, rudos que hicieron del futbol más que un juego una pasión y una forma de vida y no de las nenas a que me refieres.
Este era el diálogo que sostenía telefónicamente con Tony Jiménez, el mismo individuo que señalo líneas arriba y que como la humedad se fue metiendo a mi casa, a mi familia y ahora resulta que es tío de mis hijos, amigo estimadísimo de mi padre y personaje insustituible de nuestras vidas y de los eventos importantes.
Y aquí estoy yo para sacarlo de apuros INVARIABLEMENTE, necesito un discurso para los XV años colectivos del sindicato de taxistas porque me mandó el gober en su representación, dale compadre que es hoy en la noche; compadrito ayúdame con mi discurso en la boda de Nayelita, Tonkín quiere que lo ayudes con unas palabras a Manuel, ¿ya acabaste mi discurso de la boda de Carito?, en fin, todo lo que tenga que ver con sus compromisos sociales al final me los enjareta y me pone a escribir.
Ciertamente nunca jugué con Pedro Manuel Pescador, Efrén Minguer, Ambrosio Jiménez, ni con el profe Ariel, pero los conozco como hombres de bien y los considero mis amigos, lo mismo que a muchos chetumaleños de buena madera;  jugué cascaritas por ahí de 1981 en el 10 de abril, en la campo que está frente al faro, en el López portillo y en el estacionamiento delantero del estadio de béisbol con Jorge Polanco, Luis Miguel Schultz, El negro Tucson, Rodolfo Serrato, Rodrigo Alpuche (+)Juan el chombo Asencio, por señalar a vuela pluma algunos nombres que me llegan sin rebuscarle mucho, pero también me tocó tratar y conformar a otros tantos que sin jugar el futbol se incorporaron a nuestro grupo de amigos insustituibles, Sergio Vázquez, Fidel Villanueva, Eduardo Novelo, Jorge Pérez, Julio Matos, Juan Pedro Mercader, el extinto Erick Paolo que le entraba a las patadas, lo mismo que Jean Manel,  en fin, larga es la lista de personajes que incrementaron mi catastro filial y que hoy todos ellos y muchos más nos hacemos más placentera la vida en compañía  y solemos disfrutar inigualables tertulias donde se comparte inteligencia, buen humor, agudeza para las bromas, sentido común, ingenio, paciencia, tolerancia, solidaridad y sobre todo lealtad entre todos.
Estoy cierto que varios de estos amigos mencionados no todos dejamos el sudor en las canchas, pero quienes corrimos tras un balón con la única intención de vencer a nuestros rivales que también eran nuestros amigos, sabemos lo que es ese gratificante sabor de la victoria en buena lid, de esperar cada fin de semana para cobrárselas a los que nos vencieron o nos asediaban por el campeonato, por portar el mejor uniforme, el del equipo que más estuviera de moda, por anotar el gol y salir campeón de goleo, o el portero menos goleado y cosas de ese tipo.
El domingo era una especie de domingo de resurrección, en cualquier campo de futbol del país en donde hubiera jóvenes de nuestra edad, salíamos invariablemente decididos a demostrar que éramos mejores que los del otro barrio, los mismos jóvenes que siendo niños tomaron las calles como sus primeros campos de futbol, cuando con un par de piedras, latas vacías o las mochilas escolares se delimitaba la portería nuestra y la contraria, y las defendíamos como si fuera la honra familiar.
Cuando la diferencia de los equipos lo marcaba el 1er gol, quien conseguía ese 1er gol conservaba la playera y los otros a seguir corriendo con el torso desnudo y muchas veces descalzos.
Cuando no había límite de tiempo sin importar el marcador, y sólo se terminaba con el grito de nuestras madres exigiendo que ya se entrara a la casa a cumplir con nuestros deberes.
Confieso que en mi caso terminaba perseguido por mi madre y una escoba para que me pudiera convencer ya que todo lo posponía con el grito acostumbrado, “ahorita mami”
Por ello recibir el 1er uniforme oficial es una experiencia como el de la 1ª novia. Se grababa para siempre.
 También era un orgullo especial tomar la bicicleta con el uniforme puesto para trasladarte al campo y que todo el vecindario te viera así, especialmente las jovencitas que nos inspiraban nuestros mejores esfuerzos.
Reímos, disfrutamos y celebramos muchos los torneos ganados de la misma manera que llorábamos en las derrotas claves; vivíamos la vida en una ambiente sano, de exclusiva rivalidad deportiva, no había obesidad porque no había tanta tecnología y la diversión estaba directamente relacionada con la producción del sudor del esfuerzo físico.
Nuestra rivalidad  terminaba cuando nos seleccionaban para representar al estado en otros lares y en otras competencias, ahí casi nos graduábamos de héroes, y parecía que íbamos a la guerra, dispuestos a darlo todo.
Los largos viajes en los autobuses en los que nos trasladábamos se llenaban de expectativas y anhelos de traernos el trofeo, las convivencias en el plano personal antes, durante y después del partido en tierra ajena nos hermanaba a todos y nos reiteraba nuestros valores inculcados en casa; justamente esos tiempos y esas experiencias marcaron la actuación nuestra como seres humanos y como adultos de la generación a la que pertenecemos todos nosotros.
Por ello no me sorprende que hombres de bien como Ariel Cruz se conmoviera hasta las lágrimas al recibir como todos ellos en el estadio “10 de Abril” su reconocimiento, o que a Juan Barrera le diera su soponcio y terminara en el hospital por la emoción que lo embargaba, o que el buen Churro con todo y su tonelaje estuviera a nada de soltar las lágrimas, él que fue uno de los primeros jugadores profesionales de futbol de Chetumal, seguramente le sabe de especial manera ese diploma que queda para la posteridad y para las historias con los nietos, y el buen Pesca orgulloso nos enviaba por teléfono su foto uniformado y con su diploma en mano.
No me lo imagino porque se lo que se siente, pisar el campo décadas después con los amigos que aún sobreviven al tiempo y a las circunstancias y sé que los ausentes fueron recordados con buenas palabras y mejores actos.
Contar esos momentos de júbilo chetumaleño entre buenos chetumaleños, es contar la historia de todos quienes pertenecemos a esa época, donde había más hermandad y menos intereses, más tranquilidad y menos violencia, donde la educación se recibía en casa y no con tutoriales tecnológicos, donde corríamos horas tras un balón y no nos acostábamos a cazar pokemones por teléfono.
Cuando declararle el amor a una joven, era un compromiso que te comprometía con gallardía  y no simple atracción.
Cuando tu amigo del barrio comía en tu casa o tú en la de él, y respetabas a sus padres como si fueran los tuyos, cuando se prestaban camisas, zapatos o dinero para poder ir a bailar o invitar a la joven elegida al cine o algún lugar escogido.
Todo ello tenía tras de sí el deporte, la disciplina que te inculca estar en condiciones de afrontar tus compromisos, la seriedad que se debe poner para desempeñarlos y la responsabilidad para hacerlos lo mejor posible.
Lo demás se nos daba por añadidura, por eso celebrar entre todos los jóvenes de antaño como ocurrió el sábado,  es un viaje al pasado lleno de nostalgia y de amor a los principios,  a las raíces, al gusto y la alegría de compartir los recuerdos con los mismos gladiadores de antaño, y todo ese lapso histórico sellarlo con un abrazo de hermano que dice más que cualquier línea que yo les redacte.
Esos momentos seguramente fueron la inspiración de letras de modestas canciones, pero representativas de aquellos días y que desde ayer tienen nuevo significado para todos…vivir la vida al estilo Chetumal.  

Servido Chino.

F. Justiniano. F
Caribe Mexicano/2017


ra representar al estado en otros lares y en otras competencias, ahio te viera asaba la po

 los  guerra, dispuestos a darlo todo.

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