Un 17 de Junio
en el “10 de Abril”.
Por: Félix Justiniano Ferráez
Para: Pedro Pescador, Efrén Minguer y Tony Jiménez
Para: Pedro Pescador, Efrén Minguer y Tony Jiménez
Estás
pendejo, nunca en mi vida los vi jugar, es más ni siquiera los conozco, y si
son como tú…menos.
Era
mi respuesta a la petición de un individuo que me solicitaba hiciera una reseña
de la reciente reunión que tuvieron un grupo de ex deportistas chetumaleños que
le dedicaron su juventud y mejores esfuerzos al futbol de la bella Chetumal mi
tierra adoptiva, el pasado sábado 17 de junio.
Dale
gordo no seas culero, insistía el fulano de marras, y yo en mis 13 afirmándole
que no hablo y menos escribo de lo que no se, ni me consta.
Hazlo
por tus amigos dale coño, volvió a insistir; mira Chino mis amigos no son los
tuyos y aparte los míos no están tan jodidos como los tuyos, no hagas esas
comparaciones porque sales perdiendo no seas bruto.
Ahora
resulta que Pesca no es tu amigo, que no conoces al Churro, al profe Ariel Cruz
y tampoco sabes quién es mi hermano Ambrosio, dale buey.
A
ver si te entiendo Jiménez; me pides una reseña de un evento al que no asistí,
de gente que no he tratado y que ahora se reduce a que le eche de flores a tus
maridos de siempre y yo haciéndole de Celestina, a toda madre.
Coño
pues haz de cuenta que son tus propios maridos de Cd del Carmen con los que
jugabas hace 100 años y ya le vas dando forma, dale culero.
Ok
así la cosa cambia, voy hablar de hombres recios, rudos que hicieron del futbol
más que un juego una pasión y una forma de vida y no de las nenas a que me
refieres.
Este
era el diálogo que sostenía telefónicamente con Tony Jiménez, el mismo
individuo que señalo líneas arriba y que como la humedad se fue metiendo a mi
casa, a mi familia y ahora resulta que es tío de mis hijos, amigo estimadísimo
de mi padre y personaje insustituible de nuestras vidas y de los eventos
importantes.
Y
aquí estoy yo para sacarlo de apuros INVARIABLEMENTE, necesito un discurso para
los XV años colectivos del sindicato de taxistas porque me mandó el gober en su
representación, dale compadre que es hoy en la noche; compadrito ayúdame con mi
discurso en la boda de Nayelita, Tonkín quiere que lo ayudes con unas palabras
a Manuel, ¿ya acabaste mi discurso de la boda de Carito?, en fin, todo lo que
tenga que ver con sus compromisos sociales al final me los enjareta y me pone a
escribir.
Ciertamente
nunca jugué con Pedro Manuel Pescador, Efrén Minguer, Ambrosio Jiménez, ni con
el profe Ariel, pero los conozco como hombres de bien y los considero mis
amigos, lo mismo que a muchos chetumaleños de buena madera; jugué cascaritas por ahí de 1981 en el 10 de
abril, en la campo que está frente al faro, en el López portillo y en el
estacionamiento delantero del estadio de béisbol con Jorge Polanco, Luis Miguel
Schultz, El negro Tucson, Rodolfo Serrato, Rodrigo Alpuche (+)Juan el chombo
Asencio, por señalar a vuela pluma algunos nombres que me llegan sin rebuscarle
mucho, pero también me tocó tratar y conformar a otros tantos que sin jugar el
futbol se incorporaron a nuestro grupo de amigos insustituibles, Sergio
Vázquez, Fidel Villanueva, Eduardo Novelo, Jorge Pérez, Julio Matos, Juan Pedro
Mercader, el extinto Erick Paolo que le entraba a las patadas, lo mismo que
Jean Manel, en fin, larga es la lista de
personajes que incrementaron mi catastro filial y que hoy todos ellos y muchos
más nos hacemos más placentera la vida en compañía y solemos disfrutar inigualables tertulias
donde se comparte inteligencia, buen humor, agudeza para las bromas, sentido
común, ingenio, paciencia, tolerancia, solidaridad y sobre todo lealtad entre
todos.
Estoy
cierto que varios de estos amigos mencionados no todos dejamos el sudor en las
canchas, pero quienes corrimos tras un balón con la única intención de vencer a
nuestros rivales que también eran nuestros amigos, sabemos lo que es ese
gratificante sabor de la victoria en buena lid, de esperar cada fin de semana
para cobrárselas a los que nos vencieron o nos asediaban por el campeonato, por
portar el mejor uniforme, el del equipo que más estuviera de moda, por anotar
el gol y salir campeón de goleo, o el portero menos goleado y cosas de ese
tipo.
El
domingo era una especie de domingo de resurrección, en cualquier campo de
futbol del país en donde hubiera jóvenes de nuestra edad, salíamos
invariablemente decididos a demostrar que éramos mejores que los del otro
barrio, los mismos jóvenes que siendo niños tomaron las calles como sus
primeros campos de futbol, cuando con un par de piedras, latas vacías o las
mochilas escolares se delimitaba la portería nuestra y la contraria, y las
defendíamos como si fuera la honra familiar.
Cuando
la diferencia de los equipos lo marcaba el 1er gol, quien conseguía ese 1er gol
conservaba la playera y los otros a seguir corriendo con el torso desnudo y
muchas veces descalzos.
Cuando
no había límite de tiempo sin importar el marcador, y sólo se terminaba con el
grito de nuestras madres exigiendo que ya se entrara a la casa a cumplir con
nuestros deberes.
Confieso
que en mi caso terminaba perseguido por mi madre y una escoba para que me
pudiera convencer ya que todo lo posponía con el grito acostumbrado, “ahorita
mami”
Por
ello recibir el 1er uniforme oficial es una experiencia como el de la 1ª novia.
Se grababa para siempre.
También era un orgullo especial tomar la
bicicleta con el uniforme puesto para trasladarte al campo y que todo el
vecindario te viera así, especialmente las jovencitas que nos inspiraban
nuestros mejores esfuerzos.
Reímos,
disfrutamos y celebramos muchos los torneos ganados de la misma manera que
llorábamos en las derrotas claves; vivíamos la vida en una ambiente sano, de
exclusiva rivalidad deportiva, no había obesidad porque no había tanta
tecnología y la diversión estaba directamente relacionada con la producción del
sudor del esfuerzo físico.
Nuestra
rivalidad terminaba cuando nos
seleccionaban para representar al estado en otros lares y en otras
competencias, ahí casi nos graduábamos de héroes, y parecía que íbamos a la
guerra, dispuestos a darlo todo.
Los
largos viajes en los autobuses en los que nos trasladábamos se llenaban de
expectativas y anhelos de traernos el trofeo, las convivencias en el plano
personal antes, durante y después del partido en tierra ajena nos hermanaba a todos
y nos reiteraba nuestros valores inculcados en casa; justamente esos tiempos y
esas experiencias marcaron la actuación nuestra como seres humanos y como
adultos de la generación a la que pertenecemos todos nosotros.
Por
ello no me sorprende que hombres de bien como Ariel Cruz se conmoviera hasta
las lágrimas al recibir como todos ellos en el estadio “10 de Abril” su
reconocimiento, o que a Juan Barrera le diera su soponcio y terminara en el
hospital por la emoción que lo embargaba, o que el buen Churro con todo y su
tonelaje estuviera a nada de soltar las lágrimas, él que fue uno de los
primeros jugadores profesionales de futbol de Chetumal, seguramente le sabe de
especial manera ese diploma que queda para la posteridad y para las historias
con los nietos, y el buen Pesca orgulloso nos enviaba por teléfono su foto
uniformado y con su diploma en mano.
No
me lo imagino porque se lo que se siente, pisar el campo décadas después con
los amigos que aún sobreviven al tiempo y a las circunstancias y sé que los
ausentes fueron recordados con buenas palabras y mejores actos.
Contar
esos momentos de júbilo chetumaleño entre buenos chetumaleños, es contar la
historia de todos quienes pertenecemos a esa época, donde había más hermandad y
menos intereses, más tranquilidad y menos violencia, donde la educación se
recibía en casa y no con tutoriales tecnológicos, donde corríamos horas tras un
balón y no nos acostábamos a cazar pokemones por teléfono.
Cuando
declararle el amor a una joven, era un compromiso que te comprometía con
gallardía y no simple atracción.
Cuando
tu amigo del barrio comía en tu casa o tú en la de él, y respetabas a sus
padres como si fueran los tuyos, cuando se prestaban camisas, zapatos o dinero
para poder ir a bailar o invitar a la joven elegida al cine o algún lugar
escogido.
Todo
ello tenía tras de sí el deporte, la disciplina que te inculca estar en
condiciones de afrontar tus compromisos, la seriedad que se debe poner para
desempeñarlos y la responsabilidad para hacerlos lo mejor posible.
Lo
demás se nos daba por añadidura, por eso celebrar entre todos los jóvenes de
antaño como ocurrió el sábado, es un
viaje al pasado lleno de nostalgia y de amor a los principios, a las raíces, al gusto y la alegría de
compartir los recuerdos con los mismos gladiadores de antaño, y todo ese lapso
histórico sellarlo con un abrazo de hermano que dice más que cualquier línea que
yo les redacte.
Esos
momentos seguramente fueron la inspiración de letras de modestas canciones,
pero representativas de aquellos días y que desde ayer tienen nuevo significado
para todos…vivir la vida al estilo Chetumal.
Servido
Chino.
F.
Justiniano. F
Caribe
Mexicano/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario