Riesgo
inminente.
Por: Félix Justiniano Ferráez.
Estamos
hablando de una semana grotesca, pantagruélica, cruenta, por lo menos 5 asaltos
a diferentes negociaciones, desde las zonas más humildes, al glamour de las
plazas más cool en la ciudad. A los delincuentes les da lo mismo modestas
refaccionarias, que enormes tiendas de autoservicio, joyerías, instituciones
bancarias, casas habitación o ciudadanos de a pie, etc.
Pero
también hubo: embolsadas, enmaletados, ejecutados y baleados por diferentes
rumbos de esta ciudad, cuya sociedad a
diferencia de las autoridades no ha perdido su capacidad de asombro ni de
indignación, de manera que cada nuevo día pasa del pasmo a la ira y de ahí a la impotencia, para saltar al
reclamo airado en las redes sociales, ante la inaceptable pasividad de las
autoridades, o la censurable actitud de indiferencia a los reclamos públicos en
todos los medios que la tecnología permite; y también a las pocas denuncias que
se publican en algunos rotativos o portales electrónicos, que todavía no han
sido cooptados por los famosos convenios (de sumisión)
De
repente la infraestructura turística del estado que ronda los diez mil millones
de dólares de inversión, las decenas de miles de empleos directos e indirectos
que genera, y que la derrama turística
ocupe el 4to lugar de ingresos de divisas al país (1ero el narcotráfico, 2do
los ingresos petroleros, 3ro las remesas) parecería un asunto menor en la
opinión de las autoridades que tienen a su cargo la seguridad pública del
estado.
Es
un grave error voltear la cara para el otro lado, cuando la ciudad está siendo
sacudida, un día si y el otro también, brutalmente por los hechos delictivos;
hacer como que no pasa nada y adoptar la conducta del avestruz, también lo es;
esperar que los hechos cambien para mejorar por si solos en espera de un
milagro, peor.
Declarar
para endilgarle la culpa exclusiva de lo que pasa al presidente municipal de
Cancún, es algo inequitativo porque el secretario estatal de seguridad pública
y el fiscal, lo son para todo el estado y no exclusivamente para la menos
complicada zona sur, porque el titular del ejecutivo gobierna en toda la
geografía estatal sin distingo de ideologías partidistas en los municipios, y
porque finalmente el triunfo del partido verde, es fundamentalmente
responsabilidad del ejecutivo del estado por escoger o consentir que un
político de la catadura de Julián Ricalde Magaña y con sus antecedentes de
corrupción, fuera su opción como candidato a Benito Juárez, toda vez que la ciudadanía estaba harta de sus
sinverguenzadas, ahora por ese error paga la penitencia y hay que asumir los
errores propios antes que ver la paja en el ojo ajeno. El colofón es que al
final Julián Ricalde y su hermana Alicia a pesar de haber perdido sendas
candidaturas y complicarle la gobernanza a Don Carlos Joaquín, fueron
recompensados con carteras importantes dentro del gabinete.
Por
todo ello, uno no termina de entender como una industria de tales dimensiones y
trascendencia, está puesta en las manos con el riesgo que ello implica de gentes como: Remberto Estrada, Darwin Puc
Acosta, Julián Leyzaola, Guillermo Brahms González, Rodolfo del Ángel Campos,
Francisco López Mena y José Luis Cen Pech, porque son estos funcionarios, los
que coordinados o no, tienen la responsabilidad de mantener el estado seguro y
en paz, de mantener informada con oportunidad y claridad los hechos que dañan
la tranquilidad del estado y ponen en riesgo a infinidad de familias que nos
hallamos indefensos y vulnerables ante los embates de la delincuencia, cada día
más violenta, más atrevida, más sanguinaria, más eficiente, más despiadada y
mejor organizada que los cuerpos del
orden público.
Gracias
a las redes sociales es como la ciudadanía se entera de los hechos que están en
boca de todo el país, que les permite también dejar de circular en lugares o
zonas cuando están sujetas al ataque del crimen organizado, somos los ciudadanos
sin armas ni escoltas, quienes nos cuidamos y protegemos de los hechos
delictivos, ante la falta de información veraz y oportuna de quienes tienen a
su cargo esas obligaciones y cobran por ello.
El
gobernador del estado, los presidentes municipales, el fiscal del estado, el
secretario estatal de seguridad pública, los familiares de todos ellos y en
general los comandantes de diferentes dependencias, andan escoltados con
personal armado con armas largas y cortas, y entratándose del ejecutivo
estatal, presidente municipal de Cancún, el fiscal y el secretario estatal de
seguridad pública, se trasladan en vehículos blindados a diferencia de la
plebe.
De
repente pareciera que ese lugar de privilegio está dado en función de su “meritorio
desempeño” y no como un esfuerzo público ciudadano para tributar oportunamente
o con recargos y multas, para que los señores del gobierno paguen la deuda
pública que nos heredaron impunemente, cobren sus decorosos salarios
puntualmente, ejerzan cómodamente sus viáticos, se olviden del costo de la
gasolina y la usen indiscriminadamente, se uniformen, porten armas, viajen en
vehículos blindados e ignoren olímpicamente a quienes gracias a sus esfuerzos
cotidianos, hacen posible esa vida de comodidades y seguridad que
inmerecidamente usufructúan.
Hacer
como que no pasa nada, no sólo incrementará la violencia y sus derivados de
esta deformación humana, sino que la falta de talento para hacerle frente a la
perversidad de ese flagelo, pone en riesgo a todo el estado por la ausencia o
disminución de la actividad turística y su impacto financiero, así como la desesperación
social que se derivaría de ello y cuya onda expansiva alcanzaría más allá de la península de Yucatán y sus
efectos se sentirán en el centro del país y en las elecciones del 18.
Tal pareciera que el gobiernos vive un ciclo
de memoria selectiva, y de repente se permita que queden en el olvido las reiteradas promesas de
trabajo para todos, ciudad segura, castigos a los funcionarios corruptos,
investigaciones de las deudas públicas descomunales y tantos ofrecimientos que
nos formularon para aspirar a un gobierno diferente, con justicia, con equidad,
con transparencia, con eficiencia y sobre todo de resultados.
Prácticamente
a un año de la asunción del actual gobierno, sólo hay dos funcionarios
detenidos, uno por la fiscalía estatal y otro más por las autoridades
federales, pero lo más terrible es que hay más de 50 exfuncionarios en completa
impunidad, ya sea porque están desaparecidos o fugados, porque se ampararon o
porque la perversidad política los mantiene con fuero disfrazados de:
magistrados, senadores, diputados, delegados federales, etc.
Ahí
están enfrente de todos nosotros con sonrisas socarronas y disfrutando de
fortunas ilícitas, inexplicables e inmerecidas que finalmente pagamos entre el
millón y medio de habitantes que coexistimos en Quintana Roo.
En
contraparte observamos con enojo las estrategias gubernamentales que se
implementan, pero para el perjuicio ciudadano, invariablemente vemos agentes de
tránsito apostados en ambas entradas de la ciudad; sobre el Boulevard Colosio y
en la avenida López Portillo, literalmente a la caza de los automovilistas que
no tienen forma de defenderse de este despreciable gang perteneciente al área
de la seguridad pública. Es de lo más común, conocer, observar o sufrir las
extorsiones de estos delincuentes uniformados.
Arrogantes,
amenazantes, cínicos, de manera rupestre
exhiben su ignorancia, su desconocimiento del marco jurídico que nos rige a
todos por igual, su ausencia de valores y su falta de compromiso por aquellos
que con sus tributaciones pagan sus salarios.
Pero
también vemos las estrategias de las huestes de la SINTRA a la caza del
transporte público en todas sus manifestaciones, lo mismo le da que sean
vehículos particulares que públicos, automóviles, pick ups, tráileres o
volquetes, mención aparte merece el ingenio de la parafernalia implementada
para cazar a los UBER. Hechos que han significado, no sólo daños a los vehículos
capturados, sino golpizas inmisericordes a los conductores, persecuciones que
han costado vidas y todo en la más absoluta y despreciable impunidad.
Esta
saña de los gobiernos municipal y del estado, no demuestra otra cosa más que
son idénticos a los que se fueron, que quien permite estos atropellos que son
vox populi y denunciados por todos los medios posibles, son cómplices del estado de indignación y
desánimo que prevalece entre todos.
Atracos
que cobardemente se realizan sin que los titulares de las dependencias
involucradas se den por aludidos, pero que sean incapaces de utilizar ese mismo
ingenio y esa determinación para combatir la delincuencia organizada.
Esa
es la descorazonadora situación que prevalece entre los quintanarroenses,
atrapados entre la creciente narco delincuencia y el acoso persistente del
monstruo de la corrupción que parafraseando a Monterroso; al llegar el gobierno
del cambio, las prácticas del dinosaurio siguen ahí.
Quintana
Roo
Junio
de 2017.