Don Memo
Padilla.-
Por Félix Justiniano Ferráez.
Para mis
amigos los Padilla y los Lazarus.
Siempre
he creído que la edad que tengo es la mejor, más allá de la etapa de mi vida
que me haya tocado vivir. Lo pensé como niño, lo hice como puberto, como estudiante
universitario, como padre, como abuelo y lo sigo pensando ahora.
Seis
décadas encima me permitieron ratificar mis apreciaciones de siempre con un
simple adendum evocativo, no soy el único ejerciendo la mejor edad, la tuvieron
mis abuelos y padres ya desaparecidos, la tienen mis hermanos, mis amigos, mis
hijos y hasta los desconocidos míos, finalmente todos desempeñamos el rol que
nos toca en el teatro de la vida con el atuendo del momento.
Quizá
esta edad mía sea en este momento una especie de eslabón histórico, me sirve
para expresar aquellas vivencias y experiencias que me tocaron atravesar que
mis hijos, parientes, colaboradores y amigos menores, no conocen por una simple
circunstancia de orden cronológico.
Por
esa afortunada circunstancia escuché de mis abuelos las historia de mis
ancestros, así me enteré del arribo de los Justiniano a la Cd de Campeche y de
los Ferráez a Cd del Carmen y ahora me hallo repitiéndole esa tradición oral a
mis propios descendientes; es pues hoy mi momento de tomar la estafeta y
convertirme en esa especie de bisagra biológica que une los extremos que por
causas naturales no se tocarían.
Me
subo a la máquina del tiempo y me remonto a mi época de muchacho en mi
entrañable y añorada Cd del Carmen; esa época de costas serpenteadas de
palmeras y cocoteros, de cristalinas playas, de fines de semana en las playas
por la mañana, los cines por la tarde y el parque Zaragoza por las noches,
ritual obligado de todo carmelita que se respetara como tal, más allá de las
idas a las escuelas y los encuentros deportivos en aquellos campos que los
pioneros carmelitas construyeron y que el inexorable avance de la modernidad y
la llegada del petróleo hizo que desaparecieran, cambiando para siempre el
entorno de nuestra bella isla.
Cito
a vuela pluma el parque de Béisbol Miguel Alemán, campo donde curiosamente
nunca jugué béisbol, pero pierdo la cuenta de los partidos de futbol que
jugamos sobre su césped y su montículo de pitcher. Sobre la tercera base se
colocaba generalmente una de las porterías y la otra evidentemente en el
sentido opuesto.
El
campo Miguel Alemán en honor a los pioneros que lo construyeron fue un recinto
que no solo vio imponer durante años la supremacía beibolística de los Camaroneros
de Cd del Carmen, sino las incontables derrotas futbolísticas que le
propiciamos a la capital del estado y que nos mereciera a un puñado de jóvenes
carmelitas viajar al estado de Hidalgo a representar a Campeche en el 1er
torneo nacional de futbol juvenil “Benito Juárez García”.
A
la sombra de sus pinos en nuestras épocas de conscriptos o después de los
partidos, o al término de festivales escolares, (porque también fue una especia
de teatro municipal al aire libre) saboreábamos los tacos de relleno negro y
las aguas de nance de “La Múcura” que por allá llevaba su triciclo.
Era
pues, ese desaparecido campo deportivo toda una institución que aglutinó dentro
de sus bardas, a generaciones de Carmelitas en diferentes actividades
educativas, sociales y deportivas, fue en toda la extensión de la palabra, un referente
obligado de nuestras mejores épocas.
Por
ello es justo reconocer a quienes por amor a su tierra, nativos y arraigados,
dedicaron su tiempo, esfuerzo y recursos para su construcción y mejoras en
general para la Isla de Tris. Entre
estos carmelitas de lujo, como don Mario Boeta, Federico Gutiérrez, Ramón
Mayeya, José Luis Zavala, Venancio Rullán, Alfredo Ferráez, Rodolfo Ocampo
(padre e hijo), Sebastián Rodríguez, Juan José Bolívar, Juan Bolón, Rosendo del
Río, Francisco Guillén, Álvaro Rosiñol, Braulio Zavala, Isaac Sosa, Sebastián
Ferráez, Andrés Inurreta, Eduardo Hernández, Guillermo Lliteras, Armando Solá,
Gerardo Acosta, Francisco Sanguino, Arturo Rodríguez, Jorge su hermano, por
supuesto también hubo extranjeros que dejaron sus esfuerzos denodados, buenos recuerdos y además sus
descendientes que ya son parte de las nuevas generaciones de carmelitas,
enlisto al Capitán Louis Lazarus, Felice Re, Sony Brooke, Ignacio Sierra, entre otros, y me disculpo por no seguir
poniendo nombre de tantos y tantos carmelitas bien nacidos, porque serían hojas
enteras relacionarlos, entre todos ellos, destaca la enérgica personalidad de
José Guillermo Padilla González, conocido entre nosotros como “Don Memo”
José
Guillermo Padilla González nace en Guadalajara Jalisco en el año de 1923 y
llega a las costas campechanas por allá del 47, 7 años antes de mi llegada al
estado, pero él con 24 vueltas más al sol
y ya con una historia de novillero a cuestas.
Se
desempeñó lo mismo como Delegado Federal del ámbito de la agricultura, que en el
campo empresarial y pesquero.
Justamente
su condición de servidor público es lo que lo traslada de Campeche a Cd del
Carmen, como consecuencia del auge que había en la isla por las construcciones
de barcos camaroneros de madera.
Es
en esa época de logros ganados lo mismo con el filo del machete, que moviendo
un malacate y arriesgando la vida en altamar, pero todo ello producto del viril
esfuerzo y del sudor de hombres curtidos bajo huracanes y aislamientos esporádicos,
es cuando Don Memo deja el servicio público para apostarle a su propio esfuerzo
y al futuro prometedor de la isla.
De
esa manera llega a ser Presidente de la Cámara Pesquera, Presidente de la
Cámara del Comercio, Fundador del mítico Casino del Carmen, del inolvidable
campo de béisbol Miguel Alemán Valdés, promotor del “Puente de la Unidad“; aquí
me detengo para resaltar el hecho que un expresidente municipal José “Pepe”
Jáber le otorga en función de sus reconocidos méritos una medalla y un
reconocimiento Post Mortem a Don Memo.
Pero
lo que más caracterizó a este buen carmelita, o como mejor se le recuerda, es
como un incansable promotor del deporte campechano, en especial del de la isla
y todo ello de manera desinteresada pero invirtiendo de sus propio peculio en
patrocinios o ayudando a jóvenes deportistas con escasos recursos económicos.
Desde
la gerencia de la “Abastecedora Marítima” don Memo Padilla encontraba tiempo
para otorgárselo al deporte y promover a aquellos jóvenes que les viera
cualidades y habilidades, independientemente de la defensa de los colores del
uniforme carmelita que en su juventud defendió con pasión y entrega.
Empecinado en sacar lo mejor de cada
deportista Guillermo Padilla acicateaba y estimulaba a la grey deportista de
aquellas épocas, todos recordamos con un orgullo interior cuando su hijo Memo
Padilla Vera (portero) y Octavio Azcuaga Ferrer (defensa) pasaron a formar
parte del futbol profesional al incorporarse al equipo Monterrey.
Pero
a Don Memo se le veía también en la cancha “Revolución” lo mismo entre las
gradas como apasionado fanático animando al equipo de sus preferencias, que
patrocinando a jóvenes isleños amantes del deporte ráfaga.
Indudablemente
el deporte de la isla tiene una deuda de gratitud con este entrañable
personaje, a quien recuerdo como un benefactor de quienes soñábamos en algún
momento ser deportistas profesionales, así lo recuerdo lo mismo que a Don Mario
Boeta Blanco.
Hablando
de personajes emblemáticos de aquellos tiempos de hombres bien nacidos y de
palabra, quisiera referir una historia quizá no conocida por las nuevas
generaciones; en alguna fecha remota el Capitán Louis Lazarus (abuelo del
actual presidente municipal) había encargado la construcción de un barco
camaronero de acero al armador José Luis Zavala Navarrete, pionero en la
construcción de este tipo de embarcaciones en todo el golfo de México, todavía
están frescos en la memoria los recuerdos cuando se echó al agua al “Marte” el primer
barco camaronero de acero en todo el litoral del lado campechano,
orgullosamente salido de un astillero carmelita; todo un parteaguas el
actividad camaronera que era la preponderante de la isla y su principal motor
económico.
Antes
de concluir la construcción y equipamiento del barco solicitado por el capitán
Lazarus, desafortunadamente pierde la vida en un momento en el que todos
pensábamos que todavía tenía mucho camino por recorrer; Doña Renee Jáber su
viuda y una intachable y reconocida dama de la sociedad carmelita, ante la
incertidumbre del momento y el desconocimiento de las actividades pesqueras de
ese tipo más propias de hombres que de mujeres, acude ante Don José Luis Zavala
a tratar de recuperar la plata que tenía invertida el capitán Lazarus en el
barco en proceso, Don José Luis podía optar por entregarle el barco en las
condiciones que se encontraba, proponer su venta a un tercero para recuperar la
inversión y entregarla al momento de realizar la venta o simplemente exigir el
resto del recurso para terminar el barco y entregarlo terminado, no obstante,
entendiendo la dolorosa y compleja situación de doña Renee decide entregarle
hasta el último centavo invertido y quedarse con el barco, lo termina con su
propio peculio y lo bautiza como “Capitán Louis Lazarus” en honor a la memoria
de ese carmelita por adopción, que quienes lo conocieron, supieron de su
calidad moral y su honorabilidad. De esa
calidad moral y de ese épico honor eran los hombres que sentaban las bases del
futuro de Cd del Carmen y que hoy usufructúan generaciones de jóvenes que no
llegaron a conocerlos.
Personalmente
recuerdo al Capitán Louis Lazarus en esa película que la memoria me regala y lo
veo llevando a Louis, Dennis y Rosemarie a la escuela Central en aquel Jeep descapotable
que manejaba, y en el que Vernon, el menor de los Lazarus Jáber era aún un niño
rubio de pelo lacio que no tenía edad para la primaria. Con los años y
justamente en los campos de futbol de entonces, Louis, Dennis, Los Capetillo,
como se les conocían a los hermanos Rafael y Guayo Hernández Noriega, Memo y
Quique Padilla, Los hermanos Pou (Fico, Rafa, Jaime) Jorge Soberanis, Jorge
Dorantes, Pancho Bolón, Pancho y Liborio Rivera Miss, Duarte, Marvel Herrera, Yunis
Rafful, Cruz Casanova, Octavio Azcuaga, los gemelos Kuri; Emir y Omar, Los
hermanos Boeta Juanjo y Mario, Lorenzo Lliteras, Armando Flores, Dafnis
Herrera, Octavio Espinosa, Pepe Jáber, Romeo Palmer y muchísimos amigos más de
aquella bella época, nos hermanábamos en el deporte y en las canchas que
nuestros padres habían construido directa o indirectamente, ahí se fincaron las
raíces de la amistad que hasta el día de hoy y 40 años después, me permite ver
con enorme simpatía y cariño a todos los mencionados, salvo las lamentables
partidas de Yunis, Liborio y Omar por
señalar solo algunas de las que nos sacudieron el alma.
Hoy
con la serenidad de 60 años de vida, todavía me conmueve recordar a mis amigos
de entonces y de hoy, saludo con enorme gusto y con alguna frecuencia a través
del Facebook a: Memo, Mayté a Quique y a Chuchín; los Padilla y los saludo con
el mismo gusto y afecto con que saludo a Louis, a Dennis y a Vernon los Lazarus
Jáber y me consta que entre ellos nunca existió enemistad, inquinas acciones de
mala fe; imposible que fuera así
viniendo todos ellos de familias pioneras, honorables, probas, respetadas y
respetables. Ahí queda como recuerdo aquel noviazgo que existió entre la
bellísima Mayté Padilla Vera y el apuesto Yunis Alejandro Rafful Jáber,
queridos y jóvenes integrantes de ambas familias en aquella época añorada.
Por
todo ello, no concibo a mis amigos los Padilla agraviando a mis amigos los Lazarus
Jáber y viceversa, no creo que la sangre que corre por las venas de todos
ellos, sea portadora de enemistades o esté contaminada por el rencor, sería
inadmisible en cualquiera de ellos. Personalmente no conozco al joven
presidente municipal de nuestra querida isla, tampoco creo que él me conozca,
sin embargo conozco a su familia, a su señora madre una de las jóvenes
carmelitas más atractiva de aquellos años, a su abuela doña Renee dama
honorable y distinguida, a su abuelo Louis, a sus tíos y primos por la rama
Rafful y Jáber, en fin, como cualquier carmelita nacido en la isla pasé mis
mejores años por allá y me he nutrido de esos recuerdos que me ayudan a vencer
la nostalgia y la añoranza por mi cuna.
Valdría
la pena recordarles a los servidores públicos de cualquier ideología
partidista, que todos somos aves de paso, que llegamos para servir a la
ciudadanía y para dejar mejor la isla de la que la recibieron; Cd del Carmen es
propiedad de todos los carmelitas en lo general y de nadie en lo particular,
que el beneficio colectivo debería ser la causa común de todos, funcionarios y
ciudadanos, porque es nuestra casa, hasta la de los malagradecidos que poniendo
un pie fuera de la isla se dedican a despotricar en contra de ella y de sus
gentes.
De
manera que no entiendo que intereses mezquinos pueden existir detrás de la
decisión de cambiarle el nombre a unas instalaciones deportivas como el
Poliforum Deportivo que lleva el de un carmelita de cepa.
Acciones
de esta naturaleza deben ser consensuadas entre los ciudadanos para su
aprobación o modificación, de la misma manera debe permitírsele a los
ciudadanos opinar que otro nombre les gustaría, si fuese el caso, para que sea
aprobado en el seno del cabildo carmelita que es la máxima autoridad municipal,
y no tomar decisiones precipitadas y sin la reflexión necesaria, las
diferencias partidistas se dirimen de manera civilizada con argumentos y bases
sólidas, quienes integran el cabildo son adversarios, no enemigos. De los actos
de los integrantes de cada familia, cualquiera que sea su apellido, deben
responder ellos mismos, no sus familiares o sus ancestros; afectar a quien ya
no puede defenderse es una acto de cobardía o de ignorancia y los carmelitas no
somos así.
Termino
mi reflexión recordándoles a todos, que el pasado 28 de enero cumpliría 163
años el inmortal José Martí, él resume mejor toda mi perorata de más de 2300
palabras, en sólo dos, HONRAR, HONRA.
Caribe
Mexicano
Enero
del 2016.
@watane1
No hay comentarios:
Publicar un comentario