miércoles, 6 de mayo de 2015

El día del Padre con Félix Alonso Justiniano Cú



Don Félix Alonso Justiniano C.

Me he declarado siempre enemigo de los estereotipos y de las manipulaciones ideológicas, aquellas cuyas intenciones no son más que tristes carencias de valores, sobre quienes no han hallado los propios o los tienen confundidos o difusos.

Pertenezco orgullosamente a una generación de seres humanos cuya  educación empezó en casa, siguió en casa y terminará algún día con los principios inculcados por mi pareja preferida, mi madre y mi padre.

Soy de esa generación que estudió sin internet, sin computadoras, sin tabletas, sin teléfonos inteligentes, porque los inteligentes éramos nosotros al acudir a las bibliotecas a investigar los conocimientos legados por mentes superiores, que en un acto de irrestricta generosidad nos dejaban sus enseñanzas a través de las páginas de sus libros.

Por esos intereses escolares  se nos creó el hábito de la lectura y quizá el de la escritura decente, y por ello también cargamos nuestros conocimientos en el cerebro y no en apéndices electrónicos.

De manera que gracias a esas mentes que nos antecedieron y dejaron constancia de sus conocimientos, se preparó mi generación que por cierto ya está a punto del relevo, pero es innegable también que de esa forma esta generación y las anteriores,  sentaron  las bases del progreso que hoy usufructan  millones de ser humanos diseminados por el planeta.

Esta situación nos permite hoy día normar criterios de conducta, blindarnos con valores morales y convicciones de la avalancha de intereses y tentaciones, establecer parámetros personales ante circunstancias extraordinarias, saber diferenciar la relevancia de lo útil y lo superfluo de lo fútil y entre el brillo del oro y el del similor. En síntesis aprendimos a pintar una raya de donde no pasamos y nadie puede vendernos espejitos o varitas mágicas y el canto de las sirenas no tiene eco en nuestras conciencias.
  
Todo lo anterior solo para expresar que no creo en el día del padre y en cualquiera de esas festividades producto de intereses transnacionales y por ende perversos.

A sus 85 años de edad mi padre ha compartido 60 de ellos conmigo y hemos vivido todo tipo de experiencias juntos, durante ese tiempo he comprobado que ha sido un hombre justo, trabajador responsable, valiente, honorable y honrado, pero quizá su mayor virtud, fue la de ser un hijo intachable, respetuoso y responsable de sus propios padres y pendiente de ellos hasta el último de sus días.

Fue quizá esa enseñanza la más significativa de todas las que me lega con su ejemplo de vida.
Lealtad a sus raíces y amor a los suyos como base de todas sus decisiones y actuaciones.

Ser el hijo que le tocó ser, me llevó a entender que ese es el primer paso para llegar a ser un buen padre, no se puede ejercer el privilegio de la paternidad sin entender los deberes previos de hijo.
Hablar del héroe de mi niñez, es también hablar del anciano vulnerable y bondadoso que me sigue acompañando todos los días, sin esa correlación de épocas y experiencias, no se puede establecer con objetividad el propósito en la vida de un hombre como mi padre.

Su longevidad le hace pagar doble tributo a la vida, sin contemporáneos ni amistades de antaño, el tiempo le otorga una soledad de paciente espera y de mansedumbre que raya en la beatitud; por el otro la vulnerabilidad se hace presente en todas las estaciones del año y en todas las horas del día.
Si el músculo ha perdido la fortaleza, ha ganado en sabiduría y en expresiones de amor, el cerebro permanece intacto y el pensamiento es lúcido, magnánimo y visionario, hoy consigue con una sonrisa bondadosa y una mirada de amor, lo que antes conseguía con la fortaleza de sus actitudes y las capacidades en plenitud.

Para mi padre son este y todos los días, él y yo sabemos que tenemos menos días por delante, que los que hemos ido dejando atrás, eso me permite no dejar pasar la oportunidad de expresarle mi amor y mi admiración, compartimos la mesa, los recuerdos, las duras y las maduras.

No recuerdo una fecha importante en donde su familiar presencia no estuviera presente, todas nuestras festividades giran en torno suyo y en todos los grandes momentos sigue siendo el protagonista por derecho propio.

Debe ser una enorme satisfacción rodearse de varias generaciones que se derivan de él, Dios en su infinita bondad lo recompensa viendo a sus hijos, nietos y bisnietas en torno suyo y celebrando la vida, su vida que se ha multiplicado y ha trascendido en otras generaciones y su sangre que fluye y corre por varios afluentes perpetuando su apellido.

Mi padre se repite en cada uno de sus descendientes, en mis hermanos, en mis hijos, mis sobrinos y en la siguiente generación que ha alcanzado a ver y disfrutar;  noble vida aquella que al llegar su invierno, encuentra la calidez del reconocimiento familiar y la unidad en torno suyo, un protagonista que sin reclamar recibe la cosecha del amor y las expresiones de orgullo de pertenecer al añejo tronco del cual él también desciende.

A su manera se ha ganado el afecto de los amigos de sus hijos y comparte sonrisas, afectos y el agradecimiento por saber que se cuenta entre ellos como un camarada mas.
Abrazar a mi padre cada día, es percibir su entrañable satisfacción de sentirse querido, respetado e importante, para mí es un gesto de infinita felicidad y de agradecimiento con el arquitecto del universo, porque nunca como hoy cobro conciencia que la vida es un suspiro, sentir su fragilidad entre mis brazos me compromete hasta la médula para ser merecedor de su cariño sin reservas y de poder transmitirle mi lealtad incondicional y perenne.

Aquel lejano ayer donde se manifestaba como un león para afrontar la vida y proteger su manada, es ya parte de su pasado de leyenda, hoy el héroe está cansado y cobra conciencia de su fragilidad que lleva con soltura y con valentía.

No deja de admirarme su determinación para afrontar el quirófano en meses pasados, inmutable, confiado, valiente, platicamos como si nada pasara y nos despedimos él y yo con una abrazo que decía más que todas las palabras, me miró con ojos de amor y serenidad, aunque sabía que llevaba la música por dentro, apenas alcancé a decirle, aquí te espero, no me muevo de aquí hasta que regreses, y se perdió de mi vista al cerrarse las puertas del  elevador que lo trasladaba al mundo de la inconsciencia inducida.  

Después de algunas horas me entregaron a mi viejo semidormido y curado de las inevitables fallas orgánicas que necesariamente se presentan a esa edad. Verlo en su verdadera dimensión, me estrujó el corazón y hubiera querido dejar correr las lágrimas que he llevado guardadas durante años para liberar las tensiones de siempre y por haber podido superar con él un riesgo calculado, pero inevitable.

Y aquí seguimos hoy, unidos en sentimiento y en pensamiento, conscientes que el calendario no nos perdona y nos quedan pocas hojas por pasar, pero cumpliéndole con creces al resto de la familia y definiendo lo que cada uno de ellos deberán ser cuando nuestros ciclos concluyan.
Hoy la fiesta es para ese anciano a quien todos queremos, tenerlo entre nosotros es la verdadera fiesta, hoy elijo una vez mas ser hijo suyo, antes que cualquier otra cosa y celebrar con mis hijos el amor que nos convoca y nos nutre  como clan, el mismo que privilegia las tradiciones familiares y repite con alegría las costumbres de siempre.

No concibo otra forma de celebrar la vida con las personas amadas, para mí el ejemplo de amor de mi viejo es insustituible y punto de referencia de mi conducta.

Felicidades a mi padre todos los días, porque todos los días son sus días por méritos propios, mi amor y mi gratitud son eternas y cotidianas, porque gracias a su ejemplo, me acerco al padre que reclaman mis hijos y al que intento ser para que ellos cumplan con creces a sus propios hijos llegado el momento.
En esas andamos, en ello me ocupo.

F. Justiniano. F.
15 de Junio de 2014
Cancún, Q. Roo

@watane1

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