El día de
todas las madres.
Por
Félix Justiniano Ferráez.
Mario
Bergoglio dice que la maternidad no es un estado civil, algo con lo que
coincido totalmente, por lo tanto es un absurdo que una mujer que sola se
desempeña gallardamente como madre, definirla con el san Benito de “ madre
soltera” ¿Con qué objeto? ¿Para diferenciarlas de las viudas o de las casadas? ¿Son
acaso de mayor mérito los esfuerzos que despliegan para darles una vida de
oportunidades a sus descendientes?
Me
parece que más bien es el estigma de una sociedad machista donde no se termina
de aceptar la diversidad sexual, ni el exitoso crecimiento o independencia de
estas esforzadas integrantes de la sociedad en la que convivimos todos.
Quizá
por ello el milagro de la maternidad, Dios o la naturaleza, se lo confirió como
una cualidad exclusiva de la mujer en función de la suma de sus atributos,
valores y sentimientos que le son connaturales a su género.
Indudablemente
el mundo camina mucho mejor por esos maravillosos seres a quienes llamamos
madres, seres extraordinarios que desprendiéndose de todo, entregan sus mejores
años y energías a la difícil tarea de educar a un hijo.
Más
allá de los llamados internos que definen una vocación o una actividad
preponderante en el género humano, la maternidad es mucho más que todo ello,
porque no siempre es gratificante batallar con la ingratitud o la incomprensión
de los hijos, y porque no en todos los casos se obtiene la recompensa o los
reconocimientos mínimos a esos heroicos esfuerzos, sin menoscabar que las
responsabilidades de la maternidad, la más de las veces relega el rol de mujer
o pareja y esposa a un segundo plano.
A
partir de la concepción de un nuevo ser, la mujer entra en una metamorfosis física
y espiritual, se ennoblecen las formas, la mirada se serena y obtiene un nuevo
brillo como de beatitud, y sus sonrisas iluminan con mayor intensidad. Todo
esto es indicativo de la alegría con que llevan esta nueva etapa de su vida
engendradora de vida, de su estado de gracia y se convierten en el símbolo más
emblemático de amor y sacrificio, hasta el momento mismo del alumbramiento.
Aparte
de la mía, conocí y traté a un número significativo de madres, mis inolvidables
abuelas, mis protectoras tías, mis incondicionales hermanas y primas, mis
aguerridas sobrinas y todas esas bravías y arrojadas hembras que de una u otra
forma se sumaron al numeroso clan del que formo parte.
En
todas ellas hallé siempre el gen de la lealtad, de la entrega dispuesta hasta el
máximo sacrificio si fuera el caso. Mujeres que ante todo honraban su apellido
para darle un brillo superior al del ser encajado en sus entrañas.
De
los hechos cotidianos de esas extraordinarias mujeres, se fue llenando mi
memoria de gratos recuerdos y amorosas enseñanzas, no hay un momento de mi
infancia donde no aparezca uno de estos ángeles disfrazados de abuelas, tías,
primas, vecinas y por supuesto mi propia madre, lo mismo corrigiéndome que
recompensando mis esfuerzos o consolándome.
Saberse
rodeado del amor de esas mujeres, era tener conciencia que se iba blindado por
la vida y que se podían desempeñar cualquier esfuerzo por complicado que fuera,
porque teníamos la certidumbre que detrás de cada uno de nosotros estaba una
manada de leonas dispuestas a dar la batalla por sus críos.
Fue
justamente por esos ejemplos de valor y constancia, que nos fue naciendo el
embrión de la reciprocidad y la similitud de valores, para ser dignos
receptores del amor que nos prodigaban sin fecha de caducidad visible.
Creo
que por ello la madre alcanzó dimensiones de santidad en cada uno de quienes
supimos valorar y reconocer esos enormes y heroicos esfuerzos.
Finalmente
el destino que no tiene palabra de honor, empezó a desaparecer a estos
insustituibles seres y nos fue dejando solo con sus enseñanzas como útiles
herramientas para enfrentar la vida en orfandad.
Carecer
de una madre es una experiencia que nadie desea pero que a todos nos llega de
manera inevitable, en mi caso ocurrió en un momento incomprensible, inesperado,
difícil, inentendible, injusto, etc. De pronto mis hermanos y yo nos vimos
mutilados innecesariamente por estas decisiones de las que no podemos formar
parte y la vida nos cambió para siempre a nosotros 4.
Justo
en esa etapa fuimos resarcidos con el amor de un hombre que todo entrega y
coraje, aumentó sus roles de padre, proveedor y amigo, para convertirse desde
las enseñanzas de mi abuela querida, en madre sustituta de sus 4 huérfanos.
De
esta manera vi la figura de mi padre agigantarse en nuestra adversidad y lo
supe solidario, constante y generoso con todos nosotros por igual, al cumplir
con todas las actividades que subyacen en una familia que es sobreviviente de
la desventura.
En
buena medida mi padre se las apañó para que la ausencia de una madre no nos
afectara y pudiéramos mantener el sentido de identidad y pertenencia que es
fundamental en el proceso de crecimiento; y lo consiguió con creces.
Para
su fortuna mi padre alcanzó a ver crecer, realizarse y multiplicarse a sus
hijos; y se vio repetido en la sangre de sus nietos como justa correspondencia
de su abnegación y entrega, supo de la satisfacción del amor inmarcesible de
los miembros de la manada que rescató del infortunio y se convirtió en emblema
y ejemplo de lo que debemos ser todos sus integrantes.
Aún
más, tuvo la enorme fortuna de ver entre sus brazos a la 4ª generación de su
apellido como justo tributo de su desempeño.
Por
razones evidentes fue colmado de respeto y de amor por parte de todos nosotros
hasta el último de sus días.
Hoy
que se significa un día entre todos para reconocer los esfuerzos maternos, me
sumo al ánimo universal de reconocimiento y gratitud por todas las madres que
conozco, a la mía que me dejó muy claro cómo debo desempeñarme en la vida si
pretendo ser alguien de bien, mis abuelas mujeres santas en donde la
reiteración del amor se comprobaba en todos sus actos, mis tías, mis primas,
mis comadres, las madres de mis amigos y sus esposas, las madres de mis 4 hijos
que cambiaron el rumbo de mi vida para hacerme mejor como persona, en general a
aquellas mujeres cuya cercanía me permitió descubrir y asombrarme con sus
cualidades de madre gracias a sus
valores y principios para llevar solas las riendas de un hogar, mi reconocimiento
es para todas si excepción, mi admiración y gratitud está implícita para cada
una de ellas aunque no las mencione por sus nombres, me lean o no, las vea o
no, porque a todas las llevo en el pensamiento sin que un solo día deje de
reconocer lo meritorio de su labor.
Hoy
aun con el duelo a flor de piel, el recuerdo de mi padre me acompaña porque
durante 44 años celebramos este día con él, hoy justamente cobro conciencia
plena de mi orfandad al no poder tener la entrañable presencia de mi padre en
este y los demás días que me queden por delante.
Felicidades
también a ti papá y ya va un beso mío a la eternidad para buscar tu frente y
reiterarte mi amor y mi gratitud por esas experiencias que nos unirán por
siempre.
F.
Justiniano. F.
Caribe
mexicano
Mayo
del 2015.
fjf54@hotmail.com