88 patas
largas.
Por Félix Justiniano Ferráez.
Hoy
mi padre cumple 88 años, en algún momento de nuestros vidas esa misma edad le
celebramos juntos a mi abuela Susana, que nos dejó cuando llegó a los 90.
Como
buena familia campechana, relacionaban los años cumplidos con la lotería
campechana; tu abuela llega a “88 patas largas”
comentaba conmigo y se ve mejor que yo, remataba con satisfacción.
La
lotería campechana consta de 90 fichas y cada una de ellas tiene su propio
significado, 1 martillo, 3 piñas, 22 ahorcados, 36 cargadores, 88 patas largas,
90 mundos, es de manera resumida la secuencia. En mi lejana niñez y antes del
poder avasallante de la tecnología y el internet, era un juego obligado,
cotidiano y familiar que se llevaba a cabo en cualquier hogar campechano, eran
tan conocidas las fichas y su significado que, para dar los números de
teléfonos a otro campechano, en vez de darles la pareja de números de aquellas
épocas, se les daba el nombre de la
figura correspondiente, de manera que “cargador” y “mariposa” era 36-50 el teléfono
solicitado; porque cualquier campechano que se preciara de ello, debería
conocer de memoria todos los 90 números.
A mis 62 (león) recuerdo la mayoría.
En
realidad mi padre hace 2 años que se reunió con los suyos, en el mundo de lo
desconocido para nosotros. Pero yo no he
dejado de verlo y hablar con él o él conmigo.
El
hecho real es que en el mundo de los sueños me visita, como a todos en ese
estado de vigilia suelen visitarles sus ausentes.
Pero
también en el mundo de los recuerdos uno repasa las experiencias compartidas y
entonces, como ocurre con las mejores experiencias, si cerramos los ojos vemos
mejor.
De
manera que si cierro la mirada y evoco algún pasaje querido, me reencuentro con
mi padre y volvemos a hablar y a decirnos aquellas cosas que se fijaron con
singular emoción e hicieron especiales innumerables momentos familiares.
En
los sueños la experiencia es nueva, mi padre me habla con sus propios recuerdos
que aún son desconocidos para mí, me habla de cosas que yo no puedo saber y
quizá tenga que ver con mis propios anhelos que no llegaron a realizarse y
quedaron pendientes, y por ese deseo
ferviente de haberlos querido vivir mi padre desde su omnipresencia me complace
y me habla con experiencias nuevas y me dice cosas nunca antes dichas.
Nos
encontramos con diferentes edades, es lo mejor de este mundo de vigilia
compartida, hemos hablado siendo yo un niño, en otras ocasiones nos tomamos una
cerveza y cocinamos juntos mientras hablamos y decimos bromas y albures, me
pregunta por amigos que habiendo fallecido en la vida real, están vigentes en
ese espacio etéreo y hablamos de ellos como si estuvieran vivos y hay ocasiones
en que hasta están presentes como antaño.
Mis
abuelos, los cuatro, se hacen presentes por diferentes motivos en diferentes
momentos y ocasiones, solos o en parejas, los veo a cada uno de ellos con la
certeza, aún en la inconsciencia, que son gente amada por mí, y yo por ellos,
no hay temor, tampoco sorpresas, todo discurre de manera natural, sin
sobresaltos, curiosamente nadie sufre, nadie está preocupado por nada, es una
especie de mundo ideal, así que cada experiencia onírica es gratificante,
aleccionadora, inspiradora, tengo una segunda vida en ese mundo con mis
queridos ausentes.
Seguramente
no soy el único, muchos debemos pasar por estas experiencias mágicas. Ojalá sea
así.
Pero
la vida real es una experiencia única en un plano terrenal, con diferentes
experiencias y acertijos, con senderos diferentes a los demás, aun cuando
vayamos de la mano con muchos seres queridos, amigos, familia, conocidos, etc.
Ninguna
vida es idéntica a otra, pero todos estamos entrelazados de alguna manera,
nuestros hilos se cruzan con alguien en algún momento y por alguna razón, y en
ocasiones se vuelven a separar de nuestro lado, como en el giro helicoideo del
ADN, pero finalmente la familia prevalece, al final aquí seguimos unidos, en
este y en el otro mundo, nuestro ADN en su girar interminable nos separa de
este mundo para reunirnos en el otro. Una especie de eslabón molecular y etéreo
que prevalecerá y mantendrá unidas millones de vidas por el amor hasta el final
de los tiempos.
Por
todo ello hoy celebro con mi padre sus 88 años de vivir conmigo, de mis brazos en
una triste despedida partió hacia su nueva misión y yo continuo de momento con
la mía a lado de mis hijos, manteniendo vivo su recuerdo y de otros ausentes
familiares, sabiendo que estoy en tránsito de momento con ellos y en la sala de
espera para abordar el vuelo que me reúna a ese barrio vecino.
Por
ahora hablar de mi padre sigue siendo una experiencia singular, encontrarme con
sus fotografías en la casa, en la tableta, en mi teléfono o en la computadora,
etc. Equivale a recibir una descarga eléctrica que me llega al lugar concreto
en ese momento específico, para precisar los hechos que culminaron con esa
fotografía que detuvo el tiempo y lo fijo en nuestro propio software cordial.
Recordar;
por sus raíces griegas significa volver a pasar por el corazón, por ello los
recuerdos nos emocionan tanto, porque de alguna manera es volver a experimentar
las emociones que vivimos con ellos en
los entornos que también suman sus propias circunstancias; así que recordar es
detener el tiempo las veces que sea necesario y a nuestra conveniencia para
vivir y analizar aquellos momentos y sacarles el mayor provecho posible y las
enseñanzas que a veces no terminamos de observar.
Mi
padre lleva viajando dos años con aquellos que siendo su propia sangre, fueron
también al reencuentro de sus propios ancestros, que finalmente son los de
todos nosotros, los de aquí y los de allá.
El
hilo conductor es el mismo para todos; el amor a los que somos juntos y por
separado, porque el balance final la vida de un hombre bueno, solo arroja
saldos que engrandecen su memoria y siguen sirviendo de referencia obligada para
las actuaciones que nos rigen como personas de bien. Llegar a una etapa de la
vida con la conciencia en paz, con el apellido limpio como nos lo entregaron y
poderlo transferir en esas mismas condiciones a nuestros propios descendientes,
es solo resultado del buen ejemplo que recibimos y la disciplina a la que
amorosamente nos sometieron.
Extraño
a mi padre por el amor que le tengo, por lo que vivimos juntos y su forma de
adaptarse a mis circunstancias y no yo a las de él, por ser amigo de mis
amigos, solidario y cariñoso con mis hermanos, mis hijos y todos sus nietos y
bisnietos, con Magda y con toda aquella persona que representara un activo
emocional para nosotros.
Lo
cierto es que cuando hablamos de mi padre mis hermanos y yo, lo hacemos como si
siguiera físicamente entre nosotros, porque con todos vivió alguna etapa de su
larga vida, cada quien pensará, según la hora del día, donde podría estar en
ese momento, descansando, leyendo, viendo la televisión o resolviendo
crucigramas; como quiera que sea hoy le celebramos 88 años de presencia entre
sus descendientes y eso nos vuelve a unir en torno suyo.
A
veces pienso si podré llegar a su edad y poder reencontrarme con el siendo
contemporáneos, esa es una de las experiencias que por evidentes razones no he
tenido, pero que me causa una enorme sonrisa y mucha curiosidad saber cómo
sería nuestro trato siendo ambos un par de vejetes, porque siempre nos hemos visto
con 25 años de diferencia.
En
lo inescrutable del destino todo está ya
escrito, cada día leemos una página nueva y cada nueva página leída o vivida
nos acerca más al final de la historia de nuestras vidas; estoy seguro que
hasta entonces y mientras no caiga el telón, seguiremos en contacto
comunicándonos a nuestra manera, porque finalmente la vida de todos
nosotros es la misma, porque en la misma sangre del primero de nosotros
fluyendo por nuevos afluentes, ya llegará el tiempo en que sea el turno de
comunicarme con mis hijos como ahora lo hago con mi padre y mis abuelos. Mientras
tanto aquí estoy relatando mis experiencias y haciendo lo que cada día hago
mejor; amar y entender a mi padre por todo lo que nos legó con su ejemplo de
vida.
Felicidades
Pelusa, ya nos daremos un abrazo como Dios manda.
Caribe
Mexicano/2017