Viejo edén.
A
veces tengo la impresión que nada ha ocurrido, que de repente me llegará el
olor a añeja lavanda que como estela previa, me anunciaba la presencia de mi
padre para tomar los alimentos.
Descendía
por las escaleras con su paso cansino, de extremo cuidado y una sonrisa de
beatitud para saludar a su descendencia, tenía un mote cariñoso para todos,
hijos y nietos y todos teníamos el mismo remoquete para reiterarle en ese
lenguaje íntimo nuestro amor y nuestro respeto.
Hoy
se cumplen dos años que fue al encuentro de los suyos, al reencuentro de sus
raíces, de sus orígenes, a ese lugar que los de este lado del muro no
conocemos, pero que deseamos sea como nos decían nuestros propios ancestros, en
particular su madre; Mi abuela Susana Angelina a quien sólo le faltaron las
alas para confirmar su nombre por su espiritualidad, su humildad y el amor
incondicional hacia su descendencia; quizá por ello mi bisabuela la llamó
Angelina, que era también otra forma de honrar a su esposo José Ángel.
Quiero
pensar que por parte de la rama de los Justiniano en ese espacio aún
desconocido, se siguen nuestras tradiciones y nuestras acciones, aquellas que
nos nutrieron con los ejemplos de vida y con los reiterados consejos y
disciplina a que fuimos sometidos, los que nos antecedieron y ahora nuestra
propia descendencia.
A
través de la voz de mi abuelo Leopoldo Alberto y de mi abuela Susana Angelina,
supe de la vida de Bartolomé Justiniano el apuesto pelirrojo que fue mi
bisabuelo, en mi estudio conservo una fotografía sepia con el traje de gala de
la usanza de aquella época, bigote de alacrán y peinado engominado le daba el
aire de un aristócrata europeo, a su lado en una fotografía similar en tamaño y
apariencia está mi abuelo Leopoldo Alberto, con el traje más moderno y con una
edad similar, los cuarenta y tantos.
Ya
es tiempo de poner a lado de esos dos señorones, la fotografía de mi padre
ausente, Félix Alonso, como espero que en algún momento la mía sea añadida a esa fila por mis hijos y así sucesivamente
hasta el final de los tiempos.
Largas,
entretenidas e ilustrativas pláticas sostuve con mi abuelo, me contaba de su
padre y aquellas redondillas que la picaresca campechana le dedicaba en
carnaval, por su fama de ojo alegre y su debilidad por las bellas mujeres campechanas.
Pelirrojo,
bien parecido, lo hacía más que diferente de sus coterráneos, sonriendo mi
abuelo recitaba…Justiniano el alemán/ ya se está poniendo pando/ por el mucho
contrabando/ que ha metido de azafrán… Y en esa parte me contaba la naturaleza
de las rimas, apenas estaría en edad de entenderlas pero disfrutaba la picardía
de mi abuelo al referírmelas, información que de manera inevitable cruzaba con
doña Susana Angelina que era una fuente de sabiduría, de sentido común y de
decoro y por su honestidad no le quedaba más que confirmar las referencias de
su suegro.
Con
mi abuelo caminé de su mano la Alameda, el mercado campechano, y aquellos
sitios que hace casi 60 años eran obligados para fijar los recuerdos entre
generaciones, como hace unos cuantos años caminaba con mi nieta Jossely en el
boulevard de Chetumal y antes de ella con mis propios hijos.
Recuerdo
también a mi abuelo Polo sentado por las tardes escribiendo sus versos y
memorias en un cuaderno al que le llamaba “Viejo Edén” con esos recuerdos y los
genes recibidos me hicieron describir a mi propio modo el paso de aquellos
tiempos…
Sobre los versos que tú
Abuelo fuiste escribiendo
Van los míos recorriendo
Mil recuerdos de tisú.
La pátina y el paspartú
Del álbum de fotografías
Resguardan las alegrías
Que compartimos Abuelo
Cuando de tu mano al vuelo
Fueron pasando los días.
Compartimos la Alameda
Los puestos en el mercado
Y en tus rodillas sentado
Los trucos con la moneda.
Un viento de polvareda
Atraviesa por mi infancia
Y me trae la fragancia
De aquellos tiempos Abuelo
Alzo los ojos al cielo
Y te busco en la distancia.
Ya voy cobrando conciencia
Que la vida es un suspiro
Y en mis recuerdos aspiro
Mi etapa de adolescencia.
Vuelvo a sentir tu presencia
Tu cariño y tu tutela
El orgullo de mi Abuela
Mucho amor de mis ancestros
Que se derrama en mis estros
Y eso Abuelo… me consuela…
A
la partida de mi abuelo, tomó la estafeta mi padre como referente de aquellos
hechos que no alcancé a conocer de la voz de mi abuelo, y de ese modo supe de
las anécdotas familiares, los convivios y los castigos, entre otras cosas, que
en algún momento sirvieron de disciplina a todos los varones de ese clan.
Fueron esas épocas las que me hicieron entender que en algún momento yo sería
el eslabón entre mis hijos y nietos con aquellos personajes del pasado común
que ya no pudieron conocer, y a partir de ese momento ese ha sido uno de mis
afanes.
Alfredo,
Alberto, Alejandro, Arantxa y mis sobrinos han conocido a esos personajes en
las reuniones familiares, o en momentos como hoy, que nos reunimos a honrar la
ausencia del último de los patriarcas; a la salida de misa se vuelve a recordar
las mil y una anécdotas y el agudo humor de mi extrañado viejito.
Sagaz,
inteligente, informado, lúcido, era una maquinita de decir ocurrencias y
albures.
Vencedor
del olvido, mi padre caminó sobre sus propias vicisitudes y formó su propia
manada de la que fue digno ejemplo, hasta en la hora de enfrentar a pie firme
el último momento entre nosotros.
He
escrito demasiado de esos terribles días y como aún las heridas no han cerrado
me brinco esas fechas.
Lo
recuerdo con infinito amor y gratitud; y aún ahora, sigo platicando con él en
los momentos complicados, o cuando siento que me hace falta su consejo sabio, o
la palmada en la espalda, o mejor aún, la calidez de su abrazo incondicional y
el beso cargado de amor y de bendiciones. Lo veo en charlas con mis hijos,
llenado de caricias y palabras amorosas a mi hija, reconociéndole a Magdalena
su insustituible presencia en nuestras vidas, interesarse por mis hermanos y
mis sobrinos, atento, siempre atento, como viejo león.
Perdí
la cuenta de los artículos que le escribí los día del padre o en su cumpleaños,
tengo a la mano un sonetito que hace muchos años le dediqué…
Mi Padre.
Han pasado sus años inclementes
Su mansa soledad es compañera
Del tiempo
recorrido que atrinchera
Sus queridos recuerdos recurrentes.
Y vuelve a revivir con sus ausentes
Ese ayer matizado de quimera
Y del fondo de su alma cual chistera
Se llena de amistades y parientes.
Mi viejo no requiere más que afecto
Paciencia y calidez de que carece
Por ser como soy; su hijo imperfecto.
Y abrazarlo muy fuerte me apetece
Que no haya más
tristeza en su trayecto
Sólo actos de amor, que bien merece.
Aquí estamos Pelusa, aquí seguimos firmes contigo,
vigente como siempre en los recuerdos, en las anécdotas, hasta en los
proyectos, te llevaré conmigo a la graduación de Arantxa y a la de Alex dentro
de unos meses, sentiré tu presencia a lado nuestro y me imaginaré tu cara de
orgullo y de satisfacción de ver a otra generación tuya, caminando con acierto
y con valores en este sendero cada vez más difícil y complicado.
¿Qué dirá Bartolomé “el azafrán” el abuelo Polo, tu
hermano Polo, mi tía Susana, Cynthia, la tía Ángela, la tía Sofía y mi
inolvidable Abuela?
Como lo habrían deseado, aquí estamos la generación de
relevo haciendo lo propio, y manteniendo vigente el recuerdo de todos los de
aquel lado; aquí me planto padre querido, te dejo las espinelas que te hice
hace dos años cuando el dolor era crudo e indómito y tu ausencia aún no la
asimilaba como ahora, versos que nunca hubiera querido escribir y que nunca
pudiste leer.
Glosa a mi Padre.
Madrigal de la neblina.
No hay
iris, se difumina
El color de
las violetas
Y convivo
con siluetas
En un mundo
de neblina.
Jesús Orta Ruíz El Indio Naborí.
Tu longeva trayectoria
De entrañable peregrino
Fue la luz en el camino
Que ilumina mi memoria.
Así tu amorosa historia
Cuando la tarde se
inclina
Va prendida a mi retina
Con brillo crepuscular
Y aunque te quiero
encontrar
No hay iris, se difumina.
Solo el sonido del mar
La caricia de la brisa
Me recuerda tu sonrisa
Tu presencia familiar.
Desde algún nuevo lugar
Están tus horas
completas
Entre santos y profetas
Que te rendimos tributo
Mientras pintamos de
luto
El color de los violetas.
Tu mansedumbre, tu paz
Tu paso torpe de
anciano
Encontró siempre mi
mano
En tu mirada incapaz.
Tan persistente y tenaz
Jamás tu suerte la
objetas
Tu mundo de sombras
retas
Con memoria y albedrío
Ya tu espacio no es el
mío
Y convivo con siluetas.
Todo es nostalgia y
recuerdo
Inaugurando mi orfandad
Una ingrata soledad
Nace de mi lado
izquierdo.
Un nuevo plazo que
acuerdo
Con voluntad mortecina
Un dolor que me asesina
Al no tener tu
presencia
Que me deja la
existencia
En un mundo de neblina.
F. Justiniano. F.
Caribe Mexicano
Abril/2017