lunes, 1 de junio de 2015

Deuda Saldada.-



Deuda saldada.

Por: Félix Justiniano Ferráez.


Agradecido por las incontables muestras de apoyo y afecto que recibimos en Cd del Carmen y Campeche, mis hermanos y yo queremos patentizar lo afortunados que somos por ser parte integrante de dos numerosos núcleos familiares y de la clase de amistades que con los años se arraigan más en el sentimiento de solidaridad e incondicionalidad con que nos distinguen.
Mi padre propició muy a su manera, que finalmente nos reuniéramos toda la familia en torno suyo; hombre de bien y de sangre dulce, supo granjearse el respeto y el cariño de la familia de mi madre que siempre lo vio como uno de ellos y así se lo demostraron durante décadas.
Observé con interna gratitud y manifiesta alegría la presencia del clan de los Ferráez, mis primos, primas y sobrinos se dieron cita para estar en el último viaje con el tío querido.
Mis amigos de toda la vida me acompañaron a la iglesia donde concurrimos de niños al catecismo, a las misas, a las festividades religiosas de los gremios y a jugar béisbol en el atrio antes de que nos correteara el padre Serna por el vocabulario isleño que exhibíamos.
Todos sin excepción tenían una anécdota que rememorar de “Don Chato” o “el Viejo Chato” como cariñosamente lo llamaban como consecuencia del conocido apodo que de jovencito me endilgaron.
Estuvimos solemnes en misa y a la salida pudimos dar rienda suelta a la memoria que, estimulada por la brisa marina que está íntimamente relacionada a todos nuestros recuerdos, nos ofreció el boleto al pasado reciente donde hallamos tantos lugares comunes llenos de experiencias afortunadas, que nos reiteró el sentido de identidad, de pertenencia y de ese viejo amor irrenunciable a nuestras raíces.
A un paso de la 3ª edad, los que hemos sobrevivido el paréntesis de la vida, nos pusimos al día y pasamos lista de los ausentes que siendo tan cercanos a mi padre, deben haber formado parte del comité de bienvenida en esa inescrutable dimensión de donde ya forman parte y donde insisto en creer que pacientemente aguardan por nosotros.
Café, agua, horchata, empanadas de cazón, cazón con huevo, sirvieron como una especie de pentotal sódico que nos aflojó la lengua a todos y activó la idiosincrasia e ingenio carmelita.
La nostalgia quedó atrás y recordamos diversas etapas compartidas que nos alegraron el momento, el día y la vida.
Ver y sentir sobre mi humanidad las expresiones de afecto disfrazadas de mentadas de madre y creativos apodos por mi nueva silueta, fue toda una experiencia y como común denominador el respeto y el cariño a mi entrañable ausente.
Pensé en esos justos momentos que, llegado mi turno me gustaría ser recordado de la misma manera por mis hermanos de adopción, sin penas ni tristezas, pero con la alegría de aquellos ayeres donde el objetivo fundamental era ser feliz tal y como éramos entonces, con pocas cosas materiales pero con mucha convivencia y ganas de hacer algo con nuestras vidas.
Amigos cuya amistad data de más de 40 años, con algunos lustros de no vernos físicamente, todos asumiendo el paso de los años pero con el mismo sentido de identidad y afecto.
Los años, los hijos, los nietos, nos permiten ver la vida desde un razonamiento más espiritual, más humano, más objetivo y entonces descubrimos que no hay antídoto contra la nostalgia y la añoranza de un ser tan querido y entrañable como mi padre, este amoroso protagonista de mi vida que me lega una vida llena de amorosos recuerdos, que como eco se repiten diariamente en tantos lugares comunes y tantos espacios vacíos que hoy deja su ausencia física.
Sin terminar de encajar este zarpazo del destino, recorrí las calles que caminé de la mano de mi padre, acudía a aquellos lugares que compartimos y aún sobreviven al obligado paso del progreso. Una catarsis llena de melancolía y algunas lágrimas furtivas en la soledad de un hotel, por aquel pasado que se me fue de las manos y hoy es sólo una fotografía que se niega a morir
en mis recuerdos.
 Bendita memoria mía que mantiene presente esos momentos especiales como destellos deslumbrantes de mi razonamiento, una insistente y antigua proyección del celuloide mental que se hace presente con particular insistencia y que inunda mi presente con el pasado inasible e irrecuperable.
Playas inmaculadas y transparentes, calles de arena, litorales serpenteados de palmeras, ejercito de veletas que coronaban las casas de teja de aquel viejo caserío, y tantos otros lugares de concurrencia obligada en mi niñez y juventud;  ya no existen más.
¿Qué somos sin la memoria, el razonamiento, la gratitud y el amor? Piezas inanimadas del tablero de la vida sujetos a albedríos exteriores e inconsecuentes con nuestras raíces y costumbres.
Me niego aceptar que el olvido y la indiferencia sepulta todo ello,
Me niego a voltear la mirada para desentenderme de lo que me dio sentido de identidad y pertenencia, además de mi familia.
Soy fruto de aquella época remota, única e irrepetible, me forjé con las enseñanzas y ejemplos de mi padre en aquel entorno con gentes adultas que educaban como mis padres y con compañeros que como yo, supimos obedecer con respeto y disciplina.
Gracias al atinado juicio de mi padre, caminé entre esas gentes por esas calles y asistí a los colegios que mis pequeños progresos escolares me otorgaban, entre esas gentes y ese entorno se forjaron las bases de mi formación adulta, ante la omnipresente mirada de mi ídolo de aquellos días y mi héroe de siempre. De manera que no hay un lugar de aquellos que conocí, que no representen un capítulo de mi vida cuajado de enseñanzas y avances personales, hoy perpetuados en mis recuerdos en tanto soy capaz de pensar y reflexionar como hasta hoy.
A ese mundo de pátina y recuerdos regresé con mi padre a recorrerlos para dejarle su postrero adiós, a brindarle con el honor de hombre bien nacido que fue, su último tributo de gratitud y amor a esa tierra que le otorgó tanto, entre otras cosas amistades insustituibles, trabajo, retos, acertijos y especialmente al amor de su vida y cuatro hijos fruto de ese amor.
Ahí con mi amorosa encomienda visité a mis difuntos de ayer con mi difunto de hoy, volví al reencuentro de la sangre y polvos de donde provengo y a los que inevitablemente me uniré en la fecha que el destino disponga, me supe un eslabón de ese pasado llenos de personajes que portaron mi apellido con nobleza y rectitud, beneficiario de aquellas gentes honorables no tengo más opción que honrar el apellido que me legan.
Al fin ellos ya son uno y lo mismo, yacen integrados a la tierra que les perteneció y al mundo de mis recuerdos de donde nunca saldrán.
Cumplí lo mejor que pude con esa mezcla de gusto por servirle a mi padre y la indeleble tristeza que me causa su ausencia, me llevo la certeza que desde algún remoto lugar sonríe con satisfacción y espera a que cumpla con la segunda parte de su encomienda, pero eso es ya parte de otra historia que aunque ya ha sido concluida, aún germina en mi interior y empieza a cobrar forma para serle narrada a mis hijos y permanezcan integrados en pensamiento a aquellos personajes nuestros que no alcanzaron a conocer físicamente.
Por ahora he cumplido; lo difícil lo estoy viviendo en lo cotidiano del devenir y la caprichosa velocidad del tiempo con que transcurre mi vida, en esas ando, superando nostalgias por ausencias queridas y defendiéndome del tiempo lo mejor que puedo.   

Caribe Mexicano/2015

@watane1